NG200403010
alma tras el heridor. A primera vista parece un contrasentido que se compare Amado con el ciervo, corredor huidizo, y que éste sea pre- cisamente el heridor de la amante y que, a la vez, huya en cuanto ha causado la herida. De verdad que el juego expresivo de la ima- ginación es fantástico. Pero nuestra convicción literaria de que la metáfora como verosimilitud, que debe acompañarla, no acabarla de despejarse si no fuera por el admirable y sorprendente que el santo nos proporcionada 10 . «Salí tras ti llamando...» Otra sorprendente metáfora, porque no se trata sencillamente de echarse a fuera, que es lo que nos pudie- ra sugerir. El vocablo «salí» no es salir el alma de sí misma, dice el santo Doctor; y recalca: «aun de sus quicios y modos de inclinacio- nes naturales» 11 . Para irse más rápida, el alma sale desasida de todo lo terreno, que ha dejado abierto y sangrante el corazón. Leyendo estos versos, casi podríamos decir o sospechar que san Juan poseía el poder taumatúrgico del lenguaje. Eso por la belleza de sus expre- siones y el hondo sentido a ese gerundio «llamando». No se trata de un clamor doliente y crujiente, que pudiera arrancar del corazón esa herida recién abierta. El santo no habla del clamor proveniente de la herida, sino del hiriente; clamor vehemente por el deseo de encontrarle cuanto antes. «Y eras ido...» ¡Qué sensación de vacío el de este final de verso y de estrofa! Un vacío imposible de llenar por algo que no sea la presencia del Amado, tan afanosamente buscada. No lograr descu- brirla en su ávido otear el horizonte en su salida apresurada. ¡Y eras ido!. Una expresión fascinante —pluscuamperfecto— sin continui- dad temporal: «Eras ido». Una expresión fascinante, al usar del auxi- liar ser en lugar del haber, que gramaticalmente sería más propio. Con el usado por nuestro poeta nos lo ofrece como aureolado de sobrenaturalidad. Ya se presiente la suave brisa de la esperanza en la bella estrofa siguiente. «Pastores los que fuerdes...» En esta lira, el fontivereño da un paso de gigante en los espacios de la metáfora. Toda esta singular estrofa, no solamente es una delicada y preciosa miniatura alegóri- ELEMENTOS FIGURATIVO-LITERARIOS EN EL CÁNTICO ESPIRITUAL… 597 10 Ib., 917-921. 11 S AN J UAN DE LA C RUZ , Cántico Espiritual , O.c. , 922-293.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz