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de lo puramente humano, son una riada de bellezas que encienden la fantasía y caldean el corazón. El bloque granítico del conjunto ofrece tal banquete de esteticismo poético, que el alma se satura en él, paladeando las más deleitables exquisiteces que al hombre le es posible gustar aquí abajo. Para toda correcta interpretación —incluida la literaria— de los inspiradísimos versos del poeta del Carmelo, hay que arrancar siem- pre y no perder nunca de vista este símbolo global de los desposo- rios. Creo igualmente muy digno de tenerse en cuenta el párrafo primero del argumento escrito por el propio autor para el Canto. Este : «El orden que llevan estas canciones es desde que un alma comienza a servir a Dios hasta que llega al último estado de perfec- ción, que es el matrimonio espiritual» 7 . El preclaro poeta carmelita arranca en su admirable poema de un estado espiritual del alma preunitivo. Es decir, ha dejado atrás las primeras Moradas. La Esposa de cuya boca van a brotar varias de las más maravillosas expresiones sanjuaneras, ha llegado ya a una altu- ra perfeccional a que no es posible ascender por vía puramente ascética, a una especie de Monte Carmelo, lugar tan querido del poeta. Por eso, cuando esa alma siente que, unida a su cuerpo puri- ficado de toda mancha, desasida ya de todo lo temporal, pero aún no en posesión unitiva del Amado, no puede subir más por sus solas fuerzas, envía a sus; emisarios, que sí lo pueden, y prorrumpe en aquellos versos fascinantes :«Pastores los que fuerdes allá por las majadas al otero...» Y, cuando en las estrofas siguientes, esa misma alma nos des- cubre su determinación de irse por montes y riberas, en busca del objeto de sus amores, y la hallamos luego dialogando amigable- mente con los prados, los bosques y las espesuras plantados por las manos del Amado, es que ha iniciado la llegada a las riberas de la contemplación. Ha dejado atrás la noche oscura de la fe, y, purifi- cada, se congracia con las maravillas del «vestidas de hermosura» , con sólo haber pasado junto a ellas solamente su figura. 594 ABILIO ENRÍQUEZ 7 S AN J UAN DE LA C RUZ , Cántico Espiritual, en C RISÓGONO DE J ESÚS Y O TROS , Vida y Obras de San Juan de La Cruz, BAC (Madrid 1955, 3.ª ed.) 909.

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