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sino directamente con algunos órganos corporales de gran impor- tancia para la vida: corazón, riñón, etc. Un segundo vocablo es basar. Influenciados por el pensamien- to estrictamente filosófico podríamos tratar de hacer coincidir ense- guida su significado con el de cuerpo. Sin embargo, aquel término también a veces puede implicar aspectos propios del alma espiritual, o aspectos que tienen relación con Dios. Por ejemplo el de la carne que siente «anhelo por», o «desea» a Dios (como, en sentido inverso, acabamos de aludir a la «sed» del alma por Dios a propósito del vocablo néphesch ), según canta el salmista 6 . Fundamentalmente, el significado de basar tiene que ver con carne . Pero aquí es preciso añadir que carne es tomada, a su vez, para señalar al hombre en su caducidad. La palabra carne, pues, pone de manifiesto el ser del hombre en su carácter de criatura, a diferencia del ser de Dios. También ruáh es otro término al que asimismo debemos aludir, aunque sea de modo breve. El significado principal de esta palabra es el de espíritu . Y de espíritu en cuanto aplicable a Dios. Por consiguiente, Dios es ver- daderamente espíritu. Del hombre, por su parte, mas bien hay que decir que posee espíritu. Pero, entonces, aparecen otros sentidos del término ruáh como éstos: la fuerza de Dios que mueve al hombre, el aliento o hálito vital que Dios insufla al hombre en su nariz, etc. En definiti- va, una fuerza o poder superior bajo el que se mueve el hombre. Mas no una esfera o ámbito psíquico determinado. A modo de conclusión de lo que estamos refiriendo de una manera simplificada sobre la problemática: alma, cuerpo y espíritu en el Antiguo Testamento es de resaltar, finalmente, lo siguiente: la intención predominante en el Antiguo Testamento es fundamental- mente religiosa. Lo que, ante todo, se pretende en él es poner al hombre, como criatura, en relación con Dios. Pero, no hay ningún interés por resolver problema filosófico alguno. Ni, por tanto, tam- 572 JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ MOLINERO 6 Leemos, al respecto, en el libro de los Salmos : «Dios, tú eres mi Dios, a ti te busco solícito, sedienta de ti está mi alma, mi carne te desea, como tierra árida, sedienta, sin aguas» ( Sal 63,2).

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