NG200403007

tes aspectos y por múltiples factores: tradiciones, costumbres, formas de vivir y sentir, intereses, etc., pero tiene que responder a su iden- tidad, a lo que su mismo concepto exige: en definitiva, el carácter absoluto e irreductible de lo que profesa, que puede concretarse en el reconocimiento de la dignidad infinita —y por tanto no canjeable, no instrumentalizable— de la persona. Fue Hegel quien acuñó —que yo sepa— esa expresión: «dignidad infinita de la persona» para caracterizar lo esencial, lo irrenunciable del Cristianismo y lo que en último término, al menos tendencialmente, puede esperarse de toda religión particular bajo su peculiar perspectiva, sea ritual, cultual, mítica o dogmática incluso. Bajo el punto de vista de tener como referente esa dignididad infinita de la persona no se puede decir que la religión esté mediada. Al fondo de toda religión está siempre el hombre concreto, con- siderado además en la desnudez con que nace y que le acompaña a lo largo de su vida, con independencia de todo revestimiento cor- poral, anímico o cultural, y en la pobleza absoluta con que muere y que se hace notar y se anticipa en la vida de todo hombre, de forma insoslayable, dolorosa e hiriente —y por lo tanto de forma absolu- ta— en la mayoría de los casos. Esta dimensión simplemente huma- na suele estar en nuestra cultura disfrazada y enmascarada bajo múltiples aspectos, de forma tanto más intensa cuanto más variada y rica es la cultura. En esa misma medida es difícil desvelarla, más difícil aún tomar conciencia de ella y sobremanera difícil convertirla en hábito de nuestra vida 54 .. La globalización no se mueve en esa línea, encierra además el peligro de contribuir de forma determinante al encubrimiento de esa dimensión humana a la que me refería. Pero es un reto igualmente porque, al confrontarnos con hombres que encarnan tan diferentes formas de vida,nos incita a descubrir y experienciar aquello que, más allá de toda diferencia, nos une, nos fraterniza incluso a todos. 546 MARIANO ÁLVAREZ GÓMEZ 54 «La genialidad única todavía no integrada en el pensamiento metafísico y antropológico que San Juan de la Cruz aportó a la historia humana es la confronta- ción del hombre, desnudado de afecciones y reconocido como realidad, con Dios, desnudo de su significación para mí y acogido como realidad en sí». O. G ONZÁLEZ DE C ARDEDAL , Cuatro poetas desde la otra ladera (Madrid 1996) 226.

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