NG200403007

caída de la tarde aquí muy cerca —en El Ejido— es otra muy dife- rente. Lo primero, siendo real, es sin embargo distante y ajeno. Lo segundo lo percibimos de pronto como algo que, si no pertenece al ámbito de nuestra vida, al menos se intersecciona con él. En segundo lugar, como consecuencia de este hecho, que pre- visiblemente tiende a intensificarse y ampliarse, va a cambiar el sig- nificado de una expresión que, de tanto ser oída, ha terminado haciéndose familiar: diálogo interreligioso. Si tiene alguna parte de verdad al menos la tesis de Huntington de que estamos ante un cho- que de civilizaciones y como consecuencia ante un choque de reli- giones, por constituir éstas una parte esencial de aquéllas 50 , el diálogo interreligioso se va a caracterizar ante todo por que cada religión precise y defienda su propia identidad ante las demás, que también harán lo propio. A ello se van a ver obligadas por la recí- proca presión que se genera en una sociedad en la que conviven individuos, grupos y comunidades que tienen formas de vida muy diferentes entre sí 51 . Desde el diálogo que surge de la afirmación de las diferentes identidades pueden esperarse tareas, puntos de vista y proyectos comunes, y no al contrario. Es decir, no tiene sentido imponer desde arriba, a religiones particulares, con formas de vivir y de pensar heterogéneas, algo en lo que deban estar de acuerdo entre sí, si no responde a sus predisposiciones, trátese de sentimientos, mentalida- des o tradiciones inveteradas, que tienen en esto un peso especial. Se puede aspirar a lo común desde lo particular, no se puede forzar lo particular desde lo que es presuntamente común. Es así dentro de una misma confesión religiosa. Mucho más lo será si se trata de reli- giones o de confesiones diferentes entre sí, sobre todo si durante mucho tiempo, a veces durante siglos, han estado incomunicadas. Verdad es que lo común puede ser exigido o postulado, y en ese sentido favorecido, por acontecimientos extrínsecos, a veces violen- 544 MARIANO ÁLVAREZ GÓMEZ 50 «El choque intracivilizatorio...está siendo sustituido por un choque de cul- tura y religión entre diversas civilizaciones». S. P. H UNTINGTON , El choque de civiliza- ciones y la reconfiguración del orden mundial (Barcelona 1997) 61. 51 El diálogo se tendrá que convertir, por la lógica de los hechos, en debate, como recientemente ha recordado S. Á LVAREZ T URIENZO , “El escrito agustiniano De vera religione en el debate religioso de su tiempo ”, en M. Á LVAREZ G ÓMEZ , Pluralidad de creencias, unidad de religión (Salamanca 2000) 13-46.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz