NG200403007

fácilmente. En nuestra época, al socaire de la posmodernidad, hay quien desde el ámbito del pensamiento elimina la raíz del problema diciendo que ni siquiera se debe hablar de verdad porque ese con- cepto implica que sobre las cosas todas tendríamos que pensar igual y, por tanto, estaríamos ante un concepto de signo totalitario y represivo 44 . Pero hay verdad, en especial tratándose de la religión, precisa- mente porque no tenemos que ver con objetos que pudiéramos can- jear con otros, ni siquiera cuando son de la misma especie. Se puede, es cierto, elegir una religión. Más aún, aunque uno haya nacido en el seno de una determinada religión, el simple hecho de reafirmarse en las propias creencias supone que de forma explícita o implícita las está eligiendo una y otra vez. Pero esto es así por la índole misma de las convicciones religiosas, que llevan aparejado un compromiso de la propia vida con lo que se profesa y defiende. La estabilidad más o menos amplia, pero estabilidad al cabo, que ese compromiso supone, tiene que ver con la identidad que mediante la fe uno se da a sí mismo, una identidad que no se adquiere por la naturaleza 45 , que no es simple resultado de la vida misma, una de sus manifestaciones, sino fruto de la forma como se entiende y se vive la vida y que por eso puede tener más fuerza e intensidad que aquélla 46 . Para bien o para mal, todos estamos contagiados por la Ilustración y tendemos a pensar por ello que nuestra vida está asen- tada sobre la razón, entendida como la capacidad de reflexionar, deliberar y decidir. Y es cierto que esa capacidad estamos precisa- dos a ejercerla de forma permanente y reiterada, pero se apoya en EL FIN DEL EUROCENTRISMO RELIGIOSO… 541 44 En esta línea, a partir de planteamientos de J. Derrida y E. Lévinas, cfr. D. MERSCH, «Vom Anderen reden», en M. B ROCKER y H. H EINRICH N AU , Op. cit. , (cf. nota 18) 27 y ss. 45 Así cabe ver el sentido de la impresionante manifestación de la madre de los Macabeos: «Yo no sé cómo habéis aparecido en mi seno, pues no he sido yo la que os ha dado el aliento vital, ni he tejido yo los miembros de vuestro cuerpo. Dios, creador del universo, que hizo el género humano y ha creado todo lo que existe, os devolverá misericordiosamente la vida». 2Mc. 7, 22 y ss.. 46 Este trascender la dimensión meramente natural es un rasgo que se perci- be a lo largo de los testimonios de los mártires. cf. Actas de los mártires , ed. de D. Ruiz Bueno (Madrid 1951).

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz