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tiene diferentes versiones, como es bien sabido, en el pensamiento moderno. Pero hay algo que se puede afirmar ya con certeza en el terreno práctico: el hombre se ha ido afirmando cada vez más a sí mismo —nuestra época es la época de los derechos humanos—, hasta constituirse en propiedad de sí mismo: propiedad de todo punto irrenunciable, inviolable y en cierto modo sagrada, pese a todas las desviaciones, perversiones o degradaciones que por cierto no son sino el reverso de su propio paradigma. Esta es la estructura paradójica de la modernidad, en cierto modo acentuada en este tiempo, que se ha dado en caracterizar como globalización: por una parte lo que nos une y se nos impone es cada vez más intenso y tiene una dimensión planetaria; por otra parte, en medio de esa realidad y frente a ella, el individuo es —o pretende ser— cada vez más él mismo. El hecho de que esta conciencia de sí mismo se perciba a veces como especialmente frágil no quiere en modo alguno decir que apenas sea real. Más aún, su sojuzgamiento e incluso aparente aniquilación dejan sentir tanto más intensamente su efectiva realidad bajo la forma del vacío de la ausencia. Es un hecho innegable que los millones de personas a los que en el periodo nazi simplemente se eliminó por motivos racistas con- tiúnan estando presentes, tanto que parecen ser ellas mismas quie- nes permanentemente hablan y reivindican su derecho a ser escuchadas a través de quienes en público o en privado las recuer- dan. Es una vieja historia. Quien hiere a la vida en la persona de sus semejantes se hiere a sí mismo 39 o se ve perseguido por «la horren- da sombra» de la víctima como lo fuera Macbeth 40 Es desde esta perspectiva como la conciencia religiosa se hace insustituible por su propia índole y, en definitiva, por exigencia de la vida misma que no puede renunciar a su intimidad. Tienen aquí plena vigencia unas palabras de Hegel: «es una idea meramente abstracta y vacía imagi- narse como posible que los individuos actúen solamente según el sentido o la letra de las leyes y no según el espíritu de su religión en la que está su conciencia más íntima y su obligación suprema” 41 . EL FIN DEL EUROCENTRISMO RELIGIOSO… 539 39 G. W. F. H EGEL , Theologische Jugendschriften (Tübingen 1907) 280-281. 40 Cf. W. S HAKESPEARE , Macbeth , Acto III, Escena III, en Complete Works (London 1962) 1014. 41 G. W. F. H EGEL , Enzyklopädie (1830) (Hamburg 1959) 435.

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