NG200403007

que seamos sólo sujetos pasivos y tengamos que sufrir, si llega el caso, consecuencias sumamente negativas, incluida eventualmente la marginación en sus diferentes niveles y matices y en la profesión que uno ejerce. La paradoja no está en eso, puesto que podría ser que nuestro destino consista, entre otras cosas, en acatar con resig- nación decisiones decretadas de antemano desde focos de poder que incluso nos son desconocidos. La paradoja está por de pronto en que percibimos en torno a nosotros un vacío que, a poco que reflexionemos, nos resulta omi- noso. Heidegger lo dejó dicho con la certeza del visionario: «Todo aquello con lo que los instrumentos técnicos de información moder- nos, hora tras hora, excitan al hombre le asaltan y le inquietan — todo esto le es hoy ya al hombre mucho más próximo que la tierra propia de labranza alrededor de la casa, más próximo que el cielo sobre el campo o que el paso de las horas del día a la noche, más próximo que usos y costumbres de la aldea, o que la tradición del mundo patrio” 36 . Y para expresar la fuerza incontenible que esta situación tiene, anota poco más adelante: «Los poderes que en todas partes y a todas horas, bajo cualquiera de las formas de dispositivos e instalaciones, reclaman, encadenan y acosan al hombre —estos poderes han sobrepasado, mucho tiempo ha, la voluntad y la capa- cidad humana de decisión, porque no están hechos por el hom- bre» 37 . La toma de conciencia de este vacío y de esta impotencia pre- suponen en el hombre la conciencia de la propia mismidad y la voluntad constitutiva de afirmar su identidad personal. En todo lo que el hombre piensa y desea, proyecta y hace, siente y padece, está siendo él mismo y, como tal, se está afirmando a sí mismo. El gran filósofo Spinoza formuló un principio que luego iba a aprovechar brillantemente Unamuno: toda cosa, especialmente el alma humana, se esfuerza por perseverar en su ser, en cuanto puede 38 . Éste, que podemos llamar principio de la subjetividad en un sentido amplio, 538 MARIANO ÁLVAREZ GÓMEZ 36 M. H EIDEGGER , Gelassenheit (Pfullingen 1959) 15. 37 Ib ., 19. 38 S PINOZA , Ethica III, prop. 6-9. Cf. M. Á LVAREZ G ÓMEZ , «El trágico judío por- tugués de Amsterdam. La doctrina spinoziana del «conatus» en Del sentimiento trá- gico de la vida, en Cuadernos de la Cátedra Miguel de Unamuno 32 (1997) 7-31.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz