NG200403007

No es del todo cierto el dicho tan conocido de que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla, pues por más que se ponga en juego la reflexión, por más graves —aleccionado- ras o conminatorias— que sean las consideraciones que de esa refle- xión broten, es de temer que, si se repiten las circunstancias del pasado, se produzcan idénticos fenómenos 2 . El sentido verdadero que está en el trasfondo de la expresión antes mencionada es que, en la medida de lo posible, debe evitarse que las circunstancias se reproduzcan. Y esto ya no es sólo, y ni tan siquiera primariamente, una cues- tión económica o social, porque en ese campo la concatenación de causas y efectos y por tanto la sucesión de los fenómenos viene, en mayor o menor medida, determinada y es bajo ese aspecto inevita- ble. Sí es una cuestión moral y es, sobre todo, una cuestión religio- sa por dos razones que de momento me limito a anticipar: por una parte, en la esfera religiosa el hombre, en el grado en que se sabe y siente referido y vinculado a su Dios, es libre de modo radical, capaz por tanto de comenzar a vivir y a hacer su vida siempre de nuevo. Y por otra parte, si convenimos en que los problemas humanos requieren una solución humana y ello pasa por que el hombre sea considerado, reconocido y aceptado como fin y nunca sólo como medio, esto tiene su raíz y su hontanar en la convicción religiosa; es ya en sí mismo una convicción religiosa, aun en el caso de que ésta no se profese ni se formule expresamente. Pero las ideas que tienen como cometido elaborar, configurar y hacer real y efectivo el sentido de la vida no funcionan nunca mecá- nicamente y han de ser de modo incesante renovadas. Los pensa- dores y filósofos del primer tercio del siglo XX, Ortega entre ellos, lo tenían muy bien asimilado. Ese fue el clima en que Heidegger pudo desarrollar su idea de la existencia auténtica 3 . Los autores del 520 MARIANO ÁLVAREZ GÓMEZ 2 Hegel afirma algo que puede entenderse como el reverso de esto mismo: ni los pueblos ni los gobiernos pueden aprender nada de la historia, porque cada época tiene circunstancias tan peculiares que los pueblos sólo pueden decidir en cada caso de conformidad con su situación individual y concreta, cf. Die Vernunft in der Geschichte , ed. de J. Hoffmeister (Hamburg, 1955), 19. 3 M. H EIDEGGER , Sein und Zeit (Tübingen, 1963). El tema discurre a lo largo de toda la obra. Los lugares más destacados pueden seguirse en H. F EICK , Index zu Heideggers «Sein und Zeit» (Tübingen, 1968), bajo el término « Eigentlichkeit».

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