NG200403006

En lo social, el hombre vive una seguridad tranquilizadora, goza de un reconocimiento, tiene vínculos: «de la comunidad nos viene la seguridad y la certidumbre, la tranquilidad al menos, de tener un papel, una función, de sabernos como aquel que hace esto o lo otro, que es hijo de alguien, que desempeña tal función o lleva tal título, que tiene, en suma, asignado un lugar, un nombre y una figura reco- nocible para todos los demás» 159 . Pero lo social, la sociedad, no ha sido ni la única ni la primera experiencia del hombre. Antes ha pasado por etapas de soledad. Esta consistiría en que el hombre se siente sin verse, se nos esconde lo que somos y, «al quedarnos solos, no sabemos quién es ese que vive y piensa en nuestro fondo, y necesitamos regresar al lugar de la convivencia, allí en la comunidad, donde sabemos quién somos porque lo represen- tamos» 160 . María Zambrano señala en concreto dos experiencias de sole- dad. La primera tuvo lugar cuando el hombre, formando parte de un grupo, tribu o pueblo, (no en tanto que sólo individuo) sintió la reti- rada de sus dioses, que «lo envolvían, lo rodeaban; estaba propia- mente en ellos o bajo ellos» 161 . La segunda tuvo lugar cuando se retiró de la naturaleza, en cuanto que es configuración de un «espacio que sentimos puede borrarlo todo, absorberlo todo; que permite tan sólo que las cosas estén ahí. La inicial muerte que sostiene la vida» 162 . María Zambrano no estudia la aparición o desaparición de las distintas formas de sociedad detenidamente. Lo que le interesa es marcar las líneas más fundamentales que ha recorrido la naturaleza humana o que aún quedan por recorrer para conseguir la humani- zación de la historia y de la sociedad. En este último caso analiza las relaciones de la sociedad con el individuo, luego con la persona, para terminar hablando de la democracia. LA HISTORIA EN MARÍA ZAMBRANO 511 159 Ib. 160 Ib. 161 PD 96. 162 PD 97.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz