NG200403006
Para comprender esta raíz de la enajenación, María Zambrano habla de que en todo hombre existe un yo y una persona. El yo es «vigilia, atención; inmóvil es una especie de guardián». La persona trasciende al yo; «es una forma, una máscara con la cual afrontamos la vida, la relación y el trato con los demás, con las cosas divinas y humanas» 131 . Se da la enajenación, cuando la imagen de nosotros mismos es una imagen ficticia, una máscara de delirio, un personaje inventado y «si es este último estamos tratando entonces con alguien que es otro; otro no ya para mí, o para los demás, sino otro para sí mismo . Su verdadera persona está sojuzgada, yace víctima del personaje que lo sustituye» 132 . Si de este análisis, que muestra las entrañas del absolutismo, pasamos a la corrección necesaria para conseguir la humanización de la historia, tenemos los siguientes caminos: a) El anhelo ha de encontrar un límite que lo libere de la ten- sión que es el vacío, que ha de ser llenado o de la destrucción que crea el vacío. «Sólo se vivirá moralmente cuando se haya vencido esta tendencia espontánea a la destrucción. Cuando el hombre haya salido de este modo de vida en que es espontáneamente destructor, vivirá del todo moralmente. No necesitará de un orden impuesto» 133 . b) La corrección de la esperanza en la historia se hace al con- seguir un cierto ritmo, una retención de la variación continua mar- cada por la esperanza. Cuando esto no se ha conseguido, la historia «ha oscilado frenéticamente entre estallidos de esperanza y caídas en la desesperación, separados por largas pausas de esperanza reteni- da, al modo de pantanos» 134 . Por eso, es preciso, «hacer la historia de las desesperanzas y las desesperaciones, de las caídas y de los vértigos; la historia de las entrañas de la historia» 135 , a fin de que el protagonista de la historia 506 MANUEL GONZÁLEZ GARCÍA 131 PD 79. 132 Ib . 133 PD 64. 134 PD 66. 135 PD 68.
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