NG200403005
creadora de un espacio antes inaccesible, un espacio vital, una donación del tiempo. El poeta, dirá Zambrano: “es el hombre devorado por la nostalgia de estos espacios, asfi- xiado más que ningún otro por la estrechez del que se nos da ávido de realidad, de intimidad con todas sus formas posibles” (LCS, 87). Devorado por esta nostalgia el poeta no acaba de saber lo que dice, él que se siente hombre inacabado, y tampoco sabe lo que va a decir, pues en cierto modo se siente habitado por el dios que en él habla. «Mientras el filósofo trata de ser sí mismo, el poeta agobia- do por la gracia, no sabe qué hacer» ( FP , 41). Pero busca la unidad, la intimidad de todas las formas posibles; ávido de realidad, no quie- re olvidar ninguna. Sabe que el tiempo a la vez que trae, aleja. Que es presencia y olvido. Se percibe aquí, cómo para Zambrano es la poesía la que advierte la realidad, pues no deja de ser un saber, aun- que de inspiración. Y como saber de inspiración, aún no es revelación. Esta dife- rencia está clara en el mundo griego, pues que estos, al no venirles dada la unidad en revelación alguna, la llevan a cabo en las cosmo- gonías, en las que se aprecia no sólo su misteriosa génesis sino tam- bién su historia. Del centro mismo de lo sagrado se van configurando (haciéndose figuras) los dioses (Homero), hasta llegar a la filosofía, que es vista por María Zambrano como un acto de pie- dad de los dioses, pues como don fue concedida la inteligencia por Apolo; que Sócrates hablaba por su oráculo, y desde dentro se expresaba su daimon . Aunque este regalo de Apolo no fue entendido así por Platón («La naturaleza del hombre es la razón»). Mucho menos por Aristóteles en su lógica del ser. Sólo los estoicos descendientes del Sócrates piadoso, lograron una razón mediadora, ejemplificada sobremanera en el hispano-romano Séneca. “Séneca es uno de los sabios mediadores que, abandonando el recinto de la pura sabiduría, tiende hacia el hombre, hacia el hom- bre de la calle de toda clase y condición, una mirada misericor- diosa y se dispone a darle, no ya lo que sabe, sino lo que él necesita” (PVS, 27). CONOCIMIENTO COMO PIEDAD 471
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