NG200403005
“El entusiasmo por la razón y por sus resultados, la luz que irra- dia del conocimiento exclusivamente racional, parece haber arro- jado su sombra sobre la Piedad” (LCS, 126). En tal logos, que ha sido un entusiasmo (en-diosamiento) de la razón, un exponer las cosas a su luz, la piedad ha sido enviada a las sombras que dicha luz ha proyectado, quedando así excluida de «lo que es», para ser introducida en el ámbito de «lo que no es». Y si «lo que es» se define por su estar en la claridad y distinción, la piedad, abandonada al reino de las sombras, no es . Y «lo que no es» no puede ser dicho ni definido, pues, como señala Aristóteles ( Metafísica , IV ), solo «“lo que es” se dice de muchas maneras». Si la realidad ha sido reducida a conciencia y razón, lo que no puede ser esto, quedará «desconocido, olvidado y a veces, vilipendiado» (LCS, 128) 3 . Pero bien pudiera suceder que la filosofía, en tanto que con- ciencia y razón, no estuviera capacitada para conocer ciertas reali- dades, y que sin embargo, aún no pudiendo ser conocidas, no por ello dejarían de existir. Resultaría entonces, que la filosofía, en su historia, no habría tratado «realmente» de la realidad, sino sólo de aquel tipo de realidad que, o ha sido conocida o puede serlo. La pie- dad podría pertenecer a una de esas realidades olvidada por la filo- sofía como no conocida, que «no es», pero que la hay, según la distinción orteguiana y que Zambrano advierte (HD, 195). De aquí que una pregunta por la piedad, hoy, produzca extrañeza, pues ella misma es extraña a las realidades que conocemos. Pero si fuera una realidad que no es, no podría ser definida ya que definir es ver distintamente los límites de una cosa entre cosas que están en un mismo plano formando un conjunto (LCS, 126). Esto nos conduce a la dificultad de cómo poder saber de ella. Los grandes bienes, dice María Zambrano, «casi siempre necesitamos haberlos perdido o que sufran un eclipse para poder, por su ausen- CONOCIMIENTO COMO PIEDAD 465 3 Inteligencia, conciencia y razón, son términos que usa María Zambrano, para significar, salvando momentos puntuales, el modo de acercamiento a la reali- dad en la forma del ver. Ambas, aún con sus diferencias respectivas, son entendidas como órganos de la visión. Son la luz que disponemos para poder ver las cosas y por tanto conocerlas.
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