NG200403005
a aliviar con dádivas, cuidados y consuelo a los necesitados o ya sea virtud que nos lleva a amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos), o bien como cumplimiento de los deberes para con Dios, pero todavía no, como necesidad para conocer y para conocerLo. Pero, ¿cómo es el caso que necesitamos la piedad para conocer, si hemos conocido durante mucho tiempo sin ella? Queda claro en la pregunta, que no se trata de saber qué es piedad, que Platón por otra parte tampoco supo, pues aparte de que nos tiene acostumbra- dos a terminar sus diálogos con la promesa de continuar en las bús- quedas, lo que nos entrega en el Eutifrón , son algunas lejanías de aquello que de forma inconciente atribuimos a la piedad (piedad de los dioses para con nosotros y piedad como justicia del hombre, etc.). Pero ni tan siquiera aún sabiendo qué es la piedad, podríamos estar en disposición de necesitarla, ya que suele suceder que, justa- mente por el hecho de que algo venga a presencia en el saber, sea- mos llevados a la ilusión de poseerlo. Y no es lo mismo conocer la piedad, que mostrar que el conocer mismo es un ejercicio de pie- dad y cómo lo es. Para tratar de responder a estos asuntos, voy de dejarme guiar por algunas páginas que a la piedad dedica en su obra María Zambrano ( 1904-1991) 2 . Trataré, al tiempo, de realizarle un comen- tario comprensivamente ordenado para hacer notar sus consecuen- cias en lo que venimos llamando Filosofía, así como posibles derivaciones a otros ámbitos. Antes de nada, habrá que seguir insistiendo en la «profunda extrañeza» de la pregunta por la piedad, lo que tal vez signifique nuestra actual incapacidad para concebir algo así como ella, o seme- jante. Incapacidad que puede estar justificada en el hecho de que a partir de la modernidad, cuyo máximo exponente podría verse en Hegel, ha sufrido un olvido o un eclipse, porque la piedad no tuvo, ni tiene cabida, en el logos racionalista: 464 LUIS ANDRÉS MARCOS 2 Me refiero a: «El trato con lo divino: La Piedad», en El hombre y lo divino (México 1986), 189-225; «Para una historia de la piedad», en La Cuba secreta y otros ensayos (Madrid 1996), 122-130; «Introducción» a El pensamiento vivo de Séneca (Madrid 1992); Filosofía y Poesía (México 1996). Para citarlas usaré, en el texto, las siglas HD, LCS, PVS y PF, respectivamente, seguidas de la página.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz