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ta sea difícil comprender esto, dado que piensa que el actuar se sigue del conocer. No obstante en el conocer radical, «este procede de un sentir que conduce a la acción». La piedad es acción porque es un sentir lo otro, sin esquemati- zarlo en una abstracción, sino que habrá de habérselas con las diver- sas especies tal y como ellas se presentan. «Y este habérselas es por lo pronto un trato; un trato según orden, según norma» (HD, 216). Porque al comienzo, la acción tiende a establecer un orden sin conciencia de establecerlo, sino tan sólo en la ingenuidad de quien sencillamente lo capta. Ingenuidad, «porque la fuente originaria es un sentir». Desde el camino abierto por Parménides, se afirma la unidad de todas las cosas en el ser, una unidad que es identidad. Tal pensar como identidad solo capta el ser y deja fuera lo que es a medias, lo que es y no es. El camino del racionalismo es un camino cegado para la piedad, pues, como dijimos, el hombre es reducido a con- ciencia como modo único de contacto con la realidad. En cambio para Zambrano, “hay algo en la vida humana insobornable ante cualquier ensue- ño de la razón: ese fondo último del humano vivir que se llaman las entrañas y que son la sede del padecer” (HD, 197). Es la entraña el centro del padecer, pero paradójicamente en ellas es donde tiene que tener cabida lo extraño. Pues es en el sen- tir, por tanto en nuestro propio ser, donde se ha de realizar el trato con lo otro. Aunque nada más sea porque «lo otro» se nos da al sen- tir como padecimiento, antes de toda conciencia. Pues bien, el lenguaje que está apegado a este sentir origina- rio que es acción, es el que nos sirve de hilo conductor para des- cubrir en la ausencia, la escasa presencia de algo así como la piedad. Es el lenguaje infantil de los juegos, de las capas entraña- bles de la sociedad, de la poesía donde se presencializa la ausen- cia de la piedad. En tales dichos es donde está presente el primer orden, que es acción, que se impone al mundo: el ritmo. Los jue- gos, el habla cotidiana entrañada, la poesía tienen y guardan aún el ritmo, que es la primera forma de comunicación y orden, porque la libre expresión es ya cosa de un tiempo racionalizado. No hay encanto sin ritmo, pues este es la más universal de las leyes, ver- 474 LUIS ANDRÉS MARCOS

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