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giosa o la formación moral, y, por otra, para los libros de texto, los manuales y las historias, las enciclopedias y las obras de referen- cia» 10 . La pérdida de esta perspectiva respecto a la consideración pla- tónica de la función educativa y ética de la poesía ha distorsionado seguramente algunas de las interpretaciones más negativas de la concepción de la mímesis en Platón. Éste, no sólo critica la poesía imitativa, tanto épica como trágica, en los libros segundo y tercero de la República , sino que expulsa al príncipe de los poetas de su sis- tema educativo, en el libro décimo, justamente porque es un maes- tro de la mímesis. Y aquí reside el punto esencial de la crítica de Platón al libro de la poesía. Los poetas imitativos, Homero y los trá- gicos, imitan en sus versos modelos de hombres que no son dignos precisamente de imitación para los jóvenes, que han de formarse en el equilibro de la inteligencia y el deseo que logran la música y la nueva educación platónica, hasta alcanzar la prudencia y la mode- ración que exige una vida social en armonía mediante la práctica de la justicia. Ni los héroes homéricos, ni los héroes trágicos son hom- bres moderados ni sensatos, porque su acción no está dirigida por la inteligencia, auriga del alma y piloto de la nave del estado. La mímesis representa así un grado de alejamiento de la verdad que perturba la salud del alma, su equilibrio y armonía. Y no es, por tanto, un vehículo adecuado de educación de los ciudadanos de la nueva república de palabras que funda Sócrates. Pero hay una mímesis aún peor. La que se produce en las tra- gedias, heredera de la poesía homérica, pues fue Homero el primer creador de tragedias, como señala Aristóteles 11 . No sólo hay una PLATÓN: LA ESCRITURA EN EL LIBRO DEL ALMA 399 10 Ib. , 42-43. 11 A RISTÓTELES , Poética, 1448 b-1449 a. No sólo reconoce Aristóteles que Homero fue el poeta máximo en el género noble, es decir, en el de las obras de arte que presentan hombres mejores que nosotros, sino que afirma que la Ilíada y la Odisea son los dos modelos de las tragedias posteriores, cuyo máximo creador fue Sófocles. Hay, por tanto, una enorme diferencia entre el concepto de mímesis de Platón y el de Aristóteles, porque éste admite que la imitación puede ser noble, edu- cativa y creativa, al sostener que géneros como la epopeya y la tragedia representan a hombres mejores que nosotros, por lo que son dignos de imitación. Además, hay una clara consideración estética de la tragedia, a la que califica no sólo como poe- sía máxima, sino como obra de arte total, pues incluye todos los medios artísticos
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