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comedia. Y, al mismo tiempo, no sólo defiende cierta forma de poe- sía, sino que se presenta a sí mismo como creador de una nueva expresión poética, la poesía filosófica, mediante una original dra- maturgia dialéctica, que tiene su máxima expresión en los Diálogos. Análogamente, Platón critica abiertamente los «mitos», en particular los de Homero y Hesíodo, así como todos los mitos prefilosóficos, pero, al mismo tiempo, recupera los relatos míticos en conexión con el lógos . Más aún, llega a considerar todos sus escritos como mitos y lo dice con total claridad, por ejemplo, respecto al relato del Timeo . Por tanto, concluye Reale, debemos mantener con exactitud la tesis de fondo de Havelock: el momento en que se sitúa Platón es un tiempo revolucionario, que supuso un cambio definitivo para la cultura occidental. El tiempo en que la escritura triunfó definitiva- mente sobre la oralidad se desarrolla en los últimos decenios del siglo V a. C. y culmina en la primera mitad del IV. Justamente coin- cide con el arco cronológico de la vida de Platón aquel cambio tras- cendente de la tecnología de la comunicación, que supuso el paso de la oralidad mimética a la escritura. EL LIBRO DE LA POESÍA Antes de crear la metáfora del libro interior del alma, en el que queda grabado el saber que cada uno descubre por sí mismo, Platón critica otros dos tipos de libro, a los que viene a sustituir su nueva escritura. Se trata del libro de la vieja poesía épica y de la poesía trá- gica del siglo V a. C. y de los libros de retórica que escriben y ponen en circulación los sofistas. Ninguna de estas dos expresiones de la educación ética es recomendable ni constituye un cauce de trans- misión del verdadero saber. Respecto a la poesía la posición platónica es sobradamente conocida, aunque diversamente interpretada. Creo que Havelock ha situado esa posición de forma lúcida, aunque luego extrae conse- cuencias, a mi juicio, poco fundadas, porque soslaya algunos pun- tos esenciales de la crítica platónica de la escritura sin los que no puede comprenderse adecuadamente su preferencia por la oralidad socrática. 396 PABLO GARCIA CASTILLO

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