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SÓC.—Pues bien, digamos que es un don de Mnemosine, la madre de las Musas, y que, si queremos recordar algo que hayamos visto u oído o que hayamos pensado nosotros mismos, aplicando a esta cera las percepciones y pensamientos, los grabamos en ella, como si imprimiéramos el sello de un anillo. Lo que haya quedado grabado lo recordamos y lo sabemos mientras permanezca su ima- gen, pero lo que se borre o no haya llegado a grabarse lo olvidamos y no lo sabemos». El libro del alma es moldeable y dúctil, como la cera. Es una página blanda en la que se graban las huellas de las cosas que están presentes en el acto de la sensación, para quedar archivadas e impresas por efecto de la memoria, que conserva la huella en ausen- cia de las cosas y permite la rememoración, que no es otra cosa que el gozoso descubrimiento de que lo que aprendemos coincide con la huella que ya tenemos en la memoria. Así, pues, esta preciosa metáfora, que, a juicio de Ricoeur, es la clave de la concepción de la memoria occidental 56 , nos describe el libro del alma como una instancia interior en la que la mente discurre, como un río, desde el olvido al reconocimiento gracias a las huellas de las cosas que con- serva la memoria. El alma está hecha de saber y de emoción, de un fuego que graba las marcas en la cera blanda. Y este saber se olvida, pero se queda en forma de letras, de huellas e imágenes, que es memoria, capaz de rememorar las cosas al contacto de nuevo con su imagen exterior. Memoria, olvido y tiempo son los materiales de los que está hecho el libro ilustrado del alma. Así podemos recobrar lo ausente, porque su huella está siempre presente en el archivo de la memo- ria. La segunda metáfora del Teeteto es la del alma como pajarera. Una metáfora en la que el alma ya no es de cera, sino de aire. Es el nuevo mundo de la palabra, que dejó de ser forma grabada en la cera, escritura, para convertirse en palabra socrática, palabra habla- da, una realidad aérea y volátil. El breve texto platónico dice así: «De la misma manera que antes disponíamos, en nuestras almas, esa PLATÓN: LA ESCRITURA EN EL LIBRO DEL ALMA 425 56 Véase el comentario que hace de esta metáfora en relación con la de la tablilla del Teeteto en R ICOEUR , P.: La memoria, la historia, el olvido , op. cit., 30-33.

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