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interpreta que Platón mismo nos descubre que el secreto de la her- menéutica está en el descubrimiento del lector. El lógos no tiene sen- tido si no se convierte en diálogo. Esta conversación, esta dialéctica que fluye entre la escritura exterior del autor y la fluida textura tem- poral del alma del lector supone que el espacio de la escritura, la supuesta inmovilidad de esa semántica aplastada en el espacio de la letra, sólo se reanima y vive en el tiempo de cada intérprete, en la temporalidad viva del alma del que aprende. El texto escrito libera la memoria de la inmediatez de la orali- dad y la prolonga hasta el tiempo del lector. Platón anticipa la sublime metáfora del «libro del alma» para hacernos entender que el sentido de lo dicho en el texto permanece en el silencio de la escritura exterior de la página, hasta que alcanza un diálogo vivo con el alma del intérprete, del lector, cuya fusión de horizonte con el autor hace brotar el río de la comunicación. Si la palabra viva sólo puede salvar, a duras penas, su efímera presencia en la memo- ria del que escucha, las letras, esa pintura en apariencia silenciosa e inerte, permiten una memoria histórica y fluida, como el mismo río del lenguaje. La hermenéutica transforma la orfandad de la escritura, el silen- cio del lenguaje, en el fértil surco del tiempo que recorre el río del lenguaje desde la experiencia y la vida del autor hasta la asombrada mirada del lector. Entre la orilla del autor y la del lector, a través del puente de la interpretación, fluye ese río del lógos que convierte la filosofía de la memoria en un constante diálogo en el tiempo. La figu- ra inmutable de las silenciosas letras se transforma en la tinta indele- ble e invisible que se imprime en el libro interior del alma del que escucha la voz que habla en el texto. Porque comprender un texto es prestarle voz a su silencio y escuchar lo que nos dice. El espejo de la página nos permite mirar y ver las letras y escuchar en ellas el discurrir de nuestra propia vida y el argumento de otra historia, con la que entramos en contacto gracias a la prolongación de la memo- ria y del tiempo que la escritura ha logrado salvar del olvido. 422 PABLO GARCIA CASTILLO ción de la escritura: L LEDÓ , E., El silencio de la escritura (Madrid 1992) y El surco del tiempo (Meditaciones sobre el mito platónico de la escritura y la memoria) (Barcelona 1992).
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