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de los principios. Además esta contraposición viene reforzada por la del juego y la seriedad, que Platón utiliza para marcar la diferencia entre carácter lúdico y superficial de los signos escritos y el valor pre- cioso y la seriedad de la enseñanza oral, hasta el punto de que con- sidera escritor, legislador o artista, al que se limita al puro juego de la estética, mientras el verdadero filósofo sólo es aquel que no con- fía a los escritos los principios de su pensamiento, que, en el caso de Platón, se remontan más allá de las ideas mismas, hasta el Uno o Bien incondicionado, medida de todas cosas, y la Díada indefinida, que sirve de «materia inteligible», según la expresión neoplatónica, a aquel principio formal de todo el mundo inteligible que es el Uno. Por tanto, según esta interpretación, los mismos diálogos plató- nicos son letra muerta, carecen de autarquía y no tienen sentido en sí mismo, sino que hallan su fundamento en «las doctrinas no escri- tas» de Platón 45 . Especialmente Reale 46 ha mantenido que los textos de los diálogos platónicos sólo pueden ser plenamente entendidos a la luz de la enseñanza oral de Platón en la Academia. Una ense- ñanza, conocida por algunas alusiones de Aristóteles a doctrinas que no aparecen en los Diálogos y la tradición indirecta de comentaris- tas que parafrasean estas alusiones, como Aristóxeno, Filópono, Alejandro de Afrodisia o Simplicio. La enseñanza esotérica de Platón comprendía la teoría de los Principios —el Uno y la Díada indefini- da— de los que provienen las ideas. Lo que supone que debemos leer los textos platónicos a la luz difusa de una enseñanza oral que apenas podemos imaginar. El texto, vehículo esencial de la herme- néutica, pierde toda su autonomía y su sentido queda prendido de unos supuestos principios esotéricos de difícil comprobación. Es indudable que el llamado excursus de la Carta VII 47 y el mito de Theuth y Thamus nos hablan del valor superior y de la seriedad 420 PABLO GARCIA CASTILLO 45 Una completa muestra de las diferentes posiciones respecto a las «doctri- nas no escritas» aparece en Méthexis , VI, 1993, dedicada íntegramente al tema, con artículos de los principales defensores del Platón «esotérico», como H. Krämer, T. A. Szlezàk y G. Reale. 46 Véase G. R EALE , Platón. En búsqueda de la sabiduría secreta (Barcelona 2001) 125-149. 47 P LATÓN , Carta VII , 340 b-345 c. Tal vez el pasaje que mejor recoge esta referencia a las doctrinas no escritas sea el siguiente: «No hay ni habrá nunca una obra mía que trate estos temas “de la filosofía”; no se pueden, en efecto, precisar

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