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gedia, utilizando el juego y la seriedad, como el método socrático, vence a ambos rivales en la lucha por la victoria. Sólo Sócrates per- manece despierto hasta el alba, mientras el comediógrafo y el autor trágico se rinden al sueño. Sublime imagen final de una obra para- digmática en muchos aspectos. Platón sugiere en esta escena final que la filosofía es una escri- tura diferente de la de los poetas, de la de los retóricos y sofistas, porque en ella la exterioridad no queda detenida en la mera pintu- ra de caracteres, no se paraliza con la simple impresión de las letras, que son pinturas silenciosas, naturaleza muerta. La verdadera filoso- fía, como el genuino diálogo socrático, conduce siempre desde la exterioridad de la máscara a la belleza y al bien interior, tal como puede verse en la misma trama de los diálogos platónicos. Todos ellos se inician con una escena exterior, como el Banquete o el Fedro . En el primero Sócrates aparece, por primera vez, calzado, recién bañado y bello para ir a casa de Agatón, es decir, para diri- girse al Bien, « Agathón ». Pero se detiene y se retrasa y llega tarde porque se queda ensimismado, ya que el Bien se halla en sí mismo. Y durante el camino él y Aristodemo van pensando qué decir a Agatón, cuando lleguen, porque la filosofía misma es un pensar en camino, una navegación, más que una posesión, porque ésta aca- baría con la búsqueda. Y, luego, el diálogo penetra en la casa de Agatón, del Bien, donde, entre todos corren en pos de la victoria, como los corredores olímpicos, una victoria que premiará no al más bello, ni al más joven, sino al más prudente, al más vigilante, al que ha sabido conducirse desde la exterioridad hasta el fin del diálogo. En el Fedro es aún más evidente este tránsito de la exterioridad a la interioridad. Es un texto que adquiere la forma de la nueva poe- sía platónica que sustituye al libro de la poesía de los antiguos poe- tas. Un sublime tono poético recorre todo el diálogo. Una poesía que se manifiesta en los tres grandes mitos que aparecen en la obra: el mito del carro alado, el de las cigarras y el de la escritura. Platón no sólo teoriza sobre la retórica y la escritura, sino que la aplica con total coherencia en el texto. Sócrates dialoga con Fedro, un poeta. Y, puesto que conoce el alma de su interlocutor, se sirve de la poe- sía de los mitos para lograr su persuasión. Una poesía que alcanza también a la naturaleza. Como se ha destacado, es éste el único diá- 414 PABLO GARCIA CASTILLO

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