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actividad filosófica, fue el «profeta» de la nueva era 4 , de la era de la tecnología de la escritura, que acabó con el modelo de sociedad oral primaria que, durante los tres siglos que van de Homero a Sócrates, fue la nota destacada de la cultura griega. Fue el descubrimiento y uso generalizado de la escritura, la divulgación del saber por medio del libro escrito y leído en soledad, lo que, a juicio de Havelock, permitió a Platón crear el método dialéctico y la teoría de las ideas. Aunque no dudamos en compartir la reconstrucción acertada que hace Havelock del contexto en que surge la filosofía platónica, es indudable que existe un reduccionismo en la explicación de la génesis de dicha filosofía, que no tuvo como causa la mencionada revolución tecnológica, sino que ésta sólo fue una condición favo- rable. Los antecedentes teóricos del pensamiento platónico se hallan precisamente en la oralidad, no la de la poesía épica, ni de la poe- sía trágica, sino en la palabra oral de los filósofos presocráticos, que rompieron conscientemente con la oralidad de Homero, como ates- tiguan los versos de Jenófanes, poeta y filósofo a un tiempo. La crítica platónica de la poesía, tal como se presenta en los libros III y X de la República parece constituir un punto de apoyo firme para admitir la tesis de Havelock. Pero enseguida nos asalta la paradoja, porque quien, según palabras del propio Havelock, fue el primero en introducir en el mundo griego un consistente corpus de escritos destinados a lectores, fue el crítico más duro contra el valor y la autonomía de la escritura, a la que consideró un simple reme- dio de la memoria y un pálido reflejo de la viva realidad de la pala- bra hablada. Havelock y algunos otros, como Gentili, para salvar esta evi- dente paradoja, la de ser el heraldo y profeta de la nueva cultura de la escritura y su más encarnizado detractor, acuden a una hipótesis poco convincente. Aducen como explicación que Platón marcó el rumbo de la nueva tecnología de la comunicación sin tener con- ciencia de la eficacia y los nuevos valores que la escritura traía con- sigo. Más aún, a su juicio, Platón se mantuvo en una posición de retaguardia y, como un nostálgico, volvió sus ojos a la vieja cos- 394 PABLO GARCIA CASTILLO 4 H AVELOCK asegura que «Platón, que vivió en pleno centro de esta revolu- ción, fue su heraldo y se trocó en su profeta» ( Prefacio a Platón , O.c., p. 11).
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