NG200403002
La irrupción de Alcibíades, ebrio y coronado de flores, es la escena culminante de la obra. Él, prototipo de la juventud dorada de la época ilustre de los atenienses, viene acompañado de otros jóve- nes, que forman el coro de este drama satírico final. Entra en esce- na y se sienta al lado de Agatón, después de coronarlo por su triunfo teatral. Sólo después, se da cuenta de que Sócrates está también a su lado y siente celos, porque Sócrates se ha sentado junto al más bello, Agatón. Inmediatamente, tomando una parte de la corona de Agatón, se la pone a Sócrates. Y Erixímaco le ordena respetar las reglas y le invita a pronunciar un discurso sobre éros . Alcibíades hace el elogio y el retrato de Sócrates que es el elo- gio de Éros . Sócrates es también contradictorio, como el amor, feo y chato, como los silenos, que anda siempre descalzo, como éros , pero de palabra irresistible y medicinal, como la persuasión amo- rosa. Él posee la ciencia suprema, la virtud, la excelencia moral, y anda a la caza de los bellos y los jóvenes, desde la infancia, para engendrar en ellos esa excelencia intelectual y moral. Él, con su ironía y su mayéutica, su ignorancia y su arte del diálogo, con sus flechas como las de Éros , es el cazador de la verdad y de la belle- za del alma del joven. Él ha superado la concepción tradicional de la poesía erótica, para hacer del amor una fuerza espiritual que es la fuente del arte y de la vida. Sócrates es el vivo retrato de Éros y ha vencido en el combate de discursos. Merece la corona del triun- fo, más que Agatón. Más aún, siempre engaña a todos como a él, porque comienza como amante y termina como el amado de todos. Alcibíades contrapone la apariencia exterior de Sócrates, siem- pre descalzo, desaliñado, despreocupado de su imagen externa, a su belleza interior, su dominio del deseo, su fuerza interior, su autodo- minio, su invulnerable sensatez. Es la más flagrante contradicción entre la ética y la estética. Carece de belleza exterior, la evita, por- que vive vuelto hacia su vida interior, cultivando la inteligencia, el cuidado del alma, tal como aparece en las inolvidables páginas del Fedón . Esta nueva apología de Sócrates, que completa las de los diá- logos juveniles, muestra el símbolo de la mayéutica dolorosa y difí- cil, que sólo induce a pensar, careciendo de saber preconcebido, enfrentada al modelo sofístico que pretende grabar en la mente del que aprende una sabiduría ya terminada y muerta, desde la exterio- 410 PABLO GARCIA CASTILLO
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