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carácter científico o histórico, cuya pretensión no es ética. Platón no tiene un modelo como la Ética a Nicómaco , aunque haya algunos escritos éticos de Demócrito. Sus antecesores en este campo, como en la educación en gene- ral, son los poetas. No sólo eran poetas algunos filósofos, como Jenófanes, Parménides o Empédocles, sino que la poesía, como hemos expuesto anteriormente, era la enciclopedia del saber de los griegos, no una ocupación estética, como lo es en la época moder- na. Los poetas están presentes en casi todas las páginas platónicas. Ellos son sus interlocutores principales y sus rivales intelectuales. Junto a esto hay otro aspecto esencial para entender la obra pla- tónica: Sócrates, su maestro, nunca escribió. Porque pensaba que la verdadera educación surge del trato humano, del intercambio de opiniones, de preguntas y respuestas que han de sucederse como los pasos humanos. Y los libros no pueden cumplir esa función, por- que son un saber ajeno a la experiencia del lector, en el que no cabe atisbar más que alguna pista para emprender la propia navegación filosófica. Los libros pueden contener explicaciones detalladas de cómo realizar determinadas actividades, pero la filosofía no es un saber meramente teórico, sino una actividad. Así, Sócrates piensa que no hay dogmas ni verdades que enseñar, como pretenden los sofistas, es decir, no se puede enseñar filosofía, sólo se puede inci- tar a filosofar mediante preguntas y respuestas que producen siem- pre la incitación a seguir buscando la verdad. Y, lo peor de los manuales y de los libros, es que aconsejan por igual a todos, sin tener en cuenta las peculiaridades de cada uno de los lectores que han de realizar la actividad. Y, entre todos los libros, los peores son los de filosofía, porque los otros indican cómo realizar una actividad, si alguien lo desea, pero los de filosofía prescriben cómo se ha de pensar y de actuar. Son escritos autoritarios y arrogantes. El diálogo es, pues, la nueva escritura, la que no pretende imponer y transmitir ningún saber apodíctico, sino incitar a la refle- xión, a la práctica de la actividad del pensar, que brota de la misma lectura del texto, como surgen las preguntas socráticas de la escucha de las diversas voces de los interlocutores. No hay una voz, ni un personaje, que exprese el pensamiento de Platón, porque no hay tal cosa. Si Platón hubiera tenido un sistema cerrado de pensamiento que hubiera querido transmitir hubiera escrito con toda precisión y 408 PABLO GARCIA CASTILLO

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