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de la obra, ese estudio no fue sólo libresco, sino también y sobre todo experimental, disectivo. Fueron las disecciones de seres vivos las que le obligaron a establecer la teoría de que la sangre de las arterias tiene sentido centrífugo, y la de las venas centrípeto, cerrán- dose el circuito a nivel de las extremidades. He aquí cómo expone su hallazgo: «Después de considerar muchas veces y con gran aten- ción, y de dar vueltas en mi mente durante mucho tiempo a la cues- tión de la cantidad de sangre, fundándome ya en experiencias de disección de seres vivos y de apertura de las arterias con toda clase de investigaciones, ya en la simetría y tamaño de los ventrículos del corazón y de sus vasos de entrada y de salida (puesto que la natu- raleza, que no hace nada en vano, no puede haber dado en vano a estos vasos un tamaño proporcionalmente tan grande), ya en el mecanismo armonioso y diligente de las válvulas y fibras y de todo el resto de la estructura del corazón, ya en otras consideraciones, y advirtiendo que no podía darse la cantidad necesaria de jugo de ali- mento ingerido para que nuestras venas no quedaran vacías, com- pletamente exhaustas, y que, por otra parte, nuestras arterias reventarían a consecuencia de la entrada excesiva de sangre si una parte de ella no volvía de nuevo de las arterias a las venas y al ven- trículo derecho del corazón, empecé a pensar en mi interior si la sangre no tendría un movimiento como en círculo, y hallé después que ese movimiento es verdadero, y que la sangre es arrojada del corazón e impelida a la periferia y a todas las partes del cuerpo a través de las arterias por el pulso del ventrículo izquierdo del cora- zón, de la misma manera que lo es a los pulmones, a través de la vena arteriosa, por la pulsación del ventrículo derecho, como se ha visto anteriormente» ( De motu cordis c. VIII). Adviértase cómo Harvey amontona razones experimentales, una sobre otra, en un intento por no dejar margen a la duda. La san- gre tiene que circular, pues en caso contrario no se entiende cómo del alimento que un hombre consume en un día, pueden salir todos los litros que el ventrículo izquierdo expulsa en veinticuatro horas. Por otra parte, en el árbol venoso hay unas válvulas que carecen de todo sentido si no se admite que la sangre retorna por esos vasos hacia el corazón. Cabe decir, en consecuencia, que la sangre no sólo se «mueve», como han admitido desde siempre los médicos, sino que «circula». Circula alrededor del corazón, del mismo modo que los LAS RAZONES DEL CORAZÓN 389
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