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sistema fisiológico galénico, sin poder sustituirlo por otro mejor. Vesalio acaba aceptando la «trasudación» de la sangre del ventrículo derecho al izquierdo, porque en caso contrario no podría explicar cómo pasa la sangre del sistema venoso al arterial. Esto último no empezó a esclarecerse más que algún tiempo después, cuando el médico y teólogo español Miguel Servet descri- bió en su obra Christianismi restitutio (1553) la llamada circulación menor de la sangre. Según él, no es parte de la sangre del ventrícu- lo derecho la que camina hacia el pulmón por la vena arteriosa, sino toda ella, y lo hace para neumatizarse y volver a través de la arteria venosa a la aurícula izquierda, desde donde pasaría al ventrículo izquierdo, y desde ahí al sistema arterial entero. He aquí sus pala- bras: «El espíritu vital tiene su origen en el ventrículo izquierdo del corazón, y a su producción contribuyen principalmente los pulmo- nes. Es un espíritu tenue elaborado por la fuerza del calor, de color rojizo, de tal fogosa potencia que es como una especie de valor claro de la más pura sangre, que contiene en sí sustancia de agua, de aire y de fuego. Se produce en los pulmones al combinarse el aire aspirado con la sangre sutil elaborada que el ventrículo derecho del corazón transmite al izquierdo. Pero este trasvase no se realiza a través del tabique medio del corazón, como corrientemente se cree, sino que, por un procedimiento muy ingenioso, la sangre sutil es impulsada desde el ventrículo derecho del corazón por un largo cir- cuito a través de los pulmones. En los pulmones es elaborada y se torna rojiza, y es trasvasada desde la vena arteriosa a la arteria veno- sa. Luego, por la misma arteria venosa se mezcla con aire aspirado, y por espiración se vuelve a purificar de la fulígine; y así, finalmen- te, la mezcla total, material apto ya para convertirse en espíritu vital, es atraída por la diástole desde el ventrículo izquierdo del corazón» ( Christ. rest . P. I, L. V). Tras esto, Miguel Servet intenta ofrecer argu- mentos experimentales que prueben su afirmación. Da dos: uno, el notable tamaño de la arteria pulmonar, «ya que ella no hubiera sido hecha tan grande, ni enviaría tal cantidad de la sangre más pura desde el corazón a los pulmones, simplemente para alimentarlos, ni de esta suerte podría ser útil el corazón a los pulmones». La otra razón que aduce no es de menor peso, y se basa en el hecho de que por la vena pulmonar no camina sólo aire, como pensaron los gale- nistas, sino también sangre: «los pulmones no envían al corazón, a LAS RAZONES DEL CORAZÓN 387

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