NG200403001
variante sin duda primitiva y rudimentaria de la percusión, la llama- da «sucusión» (sacudir al enfermo para provocar la fluctuación de líquidos orgánicos) se halla descrita en diversos lugares de la colec- ción hipocrática, en relación a empiemas y derrames pleurales. En Sobre las enfermedades puede leerse: «Cuando a consecuencia de una perineumonía se forma un empiema..., dale al enfermo un baño con abundante agua caliente, hazle sentar en un asiento que no osci- le y, mientras otro le sujeta los brazos, tú, sacudiéndole por los hom- bros, escucha en qué lado de los dos se oye ruido» ( De Morbis II, 47b). Y en las Prenociones de Cos : «De los enfermos con empiema, aquellos en los que, al practicarles la sucusión, se produce mucho ruido, tienen menos pus que aquellos en los que se produce poco ruido, tienen disnea más intensa y mejor color. Cuando no se pro- duce en el interior ningún ruido, la disnea es intensa, y las uñas están lívidas, esos enfermos están llenos de pus y en situación fatal» ( Prae. coacae n. 424). Más claro es el uso por parte de los hipocráticos de la auscul- tación inmediata. En el libro II del tratado hipocrático Sobre las enfermedades se puede encontrar descrito este procedimiento, cuan- do dice: «Si se forma una hidropesía en el pulmón... y aplicas el oído a los costados durante mucho tiempo y escuchas, borbotea dentro como el vinagre» ( De morbis L. II, c. 61; cf. L. II, c. 59). Ciertamente, no parece que la percusión y la auscultación se generalizaran, pero tenemos datos de varios autores (Areteo de Capadocia, Galeno, Actuario, Pablo de Egina, Tagault, Paré, etc.) que nos hacen pensar que tampoco desaparecieron nunca del todo. Son muchos los médi- cos que describen ciertos sonidos del tórax o del abdomen de sus enfermos como «timpánicos» (por ejemplo, en casos de hidropesía), lo cual obliga a pensar que de uno u otro modo ponían en práctica el procedimiento de la percusión. Este virtuosismo semiológico no dio como resultado un mejor conocimiento de las especies morbosas cardiacas y su tratamiento. Dicho en otros términos, a pesar de esa fina semiología del pulso, la medicina antigua no fue capaz de establecer un sistema coheren- te de especies morbosas cardiacas, y menos de curar alguna de ellas. Basta el somero análisis de cualquiera de los libros clásicos de medi- cina, para darse cuenta de su pobreza nosológica y terapéutica de la cardiología antigua. Abramos el libro hipocrático de los Aforismos . LAS RAZONES DEL CORAZÓN 383
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