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theia alude es la propia de la presencia visual. Verdadero es lo patente, a diferencia de lo latente u oculto. También cabe traducir alétheia por «des-cubrimiento», en cuyo caso se entiende por qué fue precisamente Grecia la cuna de la ciencia natural. Las culturas visua- les es lógico que desarrollen una gran sensibilidad por lo exterior, por la naturaleza, del mismo modo que las auditivas están especial- mente capacitadas para valorar lo anterior, es decir, las tradiciones, la historia. No es un azar que la idea generatriz de toda la cultura griega clásica fuera la de phy´sis , naturaleza, ni que esa misma filo- sofía griega fuera ciega o insensible a la realidad de la historia. Las culturas semíticas en general, y la israelita en particular, han sido de condición muy distinta a la descrita. Si para algo tuvo sensi- bilidad el pueblo de Israel fue para la historia. De ahí la importan- cia que siempre concedió al oído. Lo que es el concepto de naturaleza ( phy´sis ) en el mundo griego, lo representa el de tradición o testamento ( diathéke ) para el israelita. Sabio no es, por ello, el que sale fuera de sí en busca de la naturaleza, sino quien guarda en su corazón las tradiciones recibidas. Aquí lo importante no son las cosas que se ven, sino las personas con quienes se convive. Por eso la verdad no se entiende como des-velación o des-cubrimiento, sino como con-fianza. Tal es el sentido del término hebreo emunah , del que procede la expresión amén (así sea). Verdadero es aquello de lo que uno puede fiarse. En la expresión «Pedro es un amigo verda- dero», el adjetivo verdadero significa que del sustantivo al que cali- fica, Pedro, me puedo fiar. La verdad griega tiene un carácter «físico» y «filosófico», en tanto que el sentido de la israelita es preponderan- temente «moral» y «religioso». La una buscó la «ciencia» y la otra la «sabiduría». Donde el griego dice «es» ( ón ), el hebreo dice «así sea» ( amén ). De ahí que, como escribió Von Soden, mientras «para el griego lo opuesto a la verdad es la falsificación, la ilusión, para el hebreo es más bien la desilusión», como consecuencia del incumpli- miento de las promesas. Quizá por eso el sabio griego cultivó de preferencia las virtudes dianoéticas o intelectuales, en tanto que al israelita le preocuparon más las virtudes éticas o morales. El griego entendió la conciencia primariamente como conciencia psicológica; el hebreo, como conciencia moral. Lo opuesto a la sabiduría es para el primero la inconsciencia o ignorancia, en tanto que el segundo lo identifica con la insipiencia o insensatez. 346 DIEGO GRACIA

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