NG200403001

Como se habrá podido comprobar, el autor del tratado sobre el corazón repite la metáfora del guardián, en términos muy similares a los platónicos. Sin embargo, se aparta de él cuando se atreve a afir- mar que «la inteligencia del hombre está de forma innata en el orifi- cio izquierdo del corazón y gobierna el resto del alma» ( De corde 10). El vehículo de ese gobierno son las arterias y las venas, por las cuales circula el calor innato que genera el corazón. Este calor es tanto, que necesita ser enfriado por los pulmones. Esta es una idea que comparten todos los filósofos cardiocéntricos griegos. La encon- tramos también en Aristóteles, quien en uno de sus tratados bioló- gicos escribe: «el calor del corazón necesita refrigerarse, y los animales de sangre roja necesitan esta refrigeración externa para vivir» ( De part. anim . III, 6: 668b 34). En su opúsculo sobre la res- piración añade: «En el caso de los animales de sangre roja que tie- nen un corazón, el hecho de tener un pulmón hace que el [corazón] reciba todo el aire y se crea un sistema de refrigeración a través de la inhalación y la exalación» ( De resp 10: 475b 16). Aristóteles fue el gran mentor del cardiocentrismo griego. Él defendió con insistencia la tesis de que el corazón no sólo es el cen- tro de las virtudes irascibles sino también de las que en el esquema platónico aparecen como animales, tales la sensación y el movi- miento. He aquí cómo lo expone en su tratado Sobre las partes de los animales : «Por otra parte, la faringe se halla necesariamente delante del esófago. En efecto, por delante y en la parte media del cuerpo se encuentra situado el corazón, que es donde nosotros deci- mos que se halla el principio de la vida, así como de todo movi- miento y de toda sensación» ( De part. animal . L. III, c. 3: 665a 11-12). Y en el opúsculo Sobre el sueño y la vigilia : «Que en los ani- males el principio de la sensibilidad procede del mismo lugar que el del movimiento, lo hemos dejado probado ya en otros escritos. Por tanto, como hay tres lugares determinados, ese principio es el lugar central entre la cabeza y el bajo vientre. En los animales sanguíne- os, es la parte que rodea el corazón; y de ahí es de donde parte el principio del movimiento y de la sensibilidad superior» ( De somno et vig . c. 2: 456a 4-8; cf. De juventute et senectute 469a 8- b 20). En con- secuencia, el corazón es la sede principal del alma ( De motu ani- malium 10: 703a 14-16). Es importante entender las razones por las que Aristóteles afirma tal cosa. En vez de dividir el alma, como LAS RAZONES DEL CORAZÓN 357

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