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quistas el Evangelio eterno que contiene la solución de todas las dificultades, y los tesoros de justicia, de amor y de caridad, y los principios inmutables de una verdadera reconciliación entre pobres y ricos, entre industriales y obreros, entre el capital y el trabajo. La Orden franciscana tal como salió de las manos de N. S. P. San Francisco, tal como él la quería en todas partes y en todos los si- glos, tiene quizá más razón de ser en el siglo décimo nono que en el décimo tercero. Graves eran las dificultades sociales de aquel tiempo, pero son mayores las de nuestros días. Sí, la Orden fran- ciscana tal como la hizo su inmortal Fundador, sin capital, sin dinero, sin propiedad, sin administración de bienes temporales, sin más patrimonio que el trabajo, las limosnas voluntarias y la men- dicidad, es una imagen viva del obrero, la que se halla en mejores condiciones para hablar á los obreros, negociar una paz sincera y fecunda entre los amos y los trabajadores. Nó, la Orden francis- cana tal como el ilustre Patriarca la formó, no pertenece á los tiempos pasados, sino á los presentes. Tiene todavía una gran misión que cumplir, y la cumplirá, si fiel al espíritu de su ínclito Padre ama la pobreza y aspira á vivir pobre en todas partes. Los obreros reconocerán en ella la imagen y la semejanza de sus propias fami- lias, y escucharán la yoz del Evangelio, y penetrados de su espíri- tu, volverán al buen camino, y se conjurarán las tormentas que nos amenazan, evitando así las perturbaciones que de otra suerte agitarán de una manera profunda el curso del siglo que va á prin- cipiar dentro de seis años. CAPITULO XII. Castidad del beato Diego, Hecho el sacrificio de la propia voluntad por el voto de obe- diencia, y el de todas las riquezas por el voto de pobreza, queda todavía un sacrificio que hacer: el del propio cuerpo, y este sacrifi- cio se consuma por el voto de perpétua y absoluta castidad. El cuerpo humano aunque no sea inmortal por los elementos de que consta, ni sea capaz de virtud por sí propio, á causa de su unión con el alma, está llamado 4 la inmortalidad, y á participar para siempre jamás de la suerte del alma. El cuerpo sirve al alma en = a E

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