BFCMEP00090-C-IGUp01d00000000

A SE leer los correos y rezar algunas horas canónicas que no había podi- do rezar en el Coro, le servía la artificial de las lámparas ó faroles del Convento, y en especial cuando esta luz estaba inmediata á la celda: junto á ella estudiaba horas y horas, ya de rodillas, ya en pie, ya sentado en el suelo, como lo ví muchas veces, viviendo en Má- laga con él, Repartía á los fieles crucesitas, medallas, rosarios, es- tampas y otras cositas de devoción; y siendo cierto que nada de esto procuraba por via de pecunia ó dinero, llegó á escrupulizar sobre ello, suspendió estas pequeñísimas dádivas, consultó á sus Directores y Prelados sobre su licitud, y hasta que acordes convinieron, unos con sus dictámenes y otros con sus licencias, no volvió á repartirlas. Era pública su desazón y angustia cuando la imprudente devoción de los fieles le cortaba pedazos del manto y hábito, y decía con sen- cilléz: No siento esto que hacen por que me sirva de ocasión de va- nidad, pues, gracias á Dios que en ello no la conozco, sino por el perjuicio que en ello padece la santa pobreza, y el gravamen que esto trae á los Prelados que me visten.” "Siempre celebró el santo sacrificio de la Misa por pura cari- dad, y así de ellas como de sus sermones, consultas y demás tareas apostólicas, no resultaba para sí otra utilidad que la copiosísima que debe inferirse conseguía su alma en tales ejercicios,” ”Si para otros era pródigo, en especial para con los enfermos, para sí mismo, en todo era mi zquino, tanto en estado de salud eo- mo de enfermedad. Tres fueron las que más gravemente padeció, pero en ellas y en las habituales ó comunes, siempre quiso ser tra- tado como un mendigo, sin permitir que en cama, alimentos y de- más cosas, se hiciera ¿on él, ni aun la diferencia que la caridad exi- Je. Siempre que había Juntas para tratar de su curación encargaba á los Facultativos y enfermeros que no le recetasen remedios cos- tosos, que se acordasen que había prometido á Dios pobreza, y que hasta la muerte le obligaba, y hasta ella la observó.” Hé aquí una hermosa y auténtica imagen del gran patriarca de los pobres voluntarios S. Francisco de Asís. Otro Fr. Diego se necesita hoy, otro como él se necesita para predicar de una mane- ra autorizada con su palabra y con su ejemplo la pobreza evangé- arte levantara aquel santo admirable en Sí, otro Er. Diego se necesita para evange- lica cuyo glorioso estand el siglo décimo tercero. lizar á los pobres obreros, á los pobres socialistas, á los pobres anar-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz