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A La Iglesia reconoce que la principal razón de ser de la Orden franciscana es perpetuar en el mundo la pobreza de los Apóstoles y del mismo Jesucristo, que esa pobreza altísima es su sello dis- tintivo, y todo su patrimonio. En estos sentimientos han abun- dado siempre los buenos franciscanos, y todos sus numerosos San- tos han rivalizado siempre con N. P. San Francisco en su amor y celo por la extricta y rígida observancia de la pobreza prescrita por la Regla: ni uno sólo ha tenido parte alguna en los privilegios y dispensas que mitigan su rigor. Excusado es decir que nuestro beato Diego fué observantísimo de la pobreza franciscana, y que en esto como en todo lo demás fué una imagen auténtica, gloriosa y brillante del seráfico Patriar- ca. Oigamos cómo se expresa sobre este punto uno de sus compa- eros y primeros biógrafos, el P. Fr. Luis Antonio de Sevilla. “Su hábito, dice, jamás fué de sayal nuevo, y nunca hecho ex profeso para él. Desde que cantó Misa se vistió siempre de los hábitos que desechaban los otros Religiosos, y de consiguiente remendados de muchos modos. Este afecto especial á la pobreza lo disimulaba nuestro Venerable con el pretexto de que su ardiente complexión no le permitía usar sayal nuevo sin gran molestia: aquí conocerán VV. PP., decía, mi espíritu de mortificación. Viviendo en Sevilla los Excmos. Sres. Duques de Medina-Celi, afectísimos á nuestra Orden y devotísimos del Padre, como frecuentase su Palacio, y advirtiesen lo roto y remendado de su hábitos, y miserable de sus sandalias formadas de pedazos de sayal, dispusieron que se le hi- ciese todo nuevo, y que el P. Guardián lo mandase vestir en su nombre. Sorprendióse algún tanto al recibir la orden, y ya para cumplir la obediencia, ya para no disgustar á sus Excmos. bienhechores, se lo puso, lo tuvo algunas horas, y pasadas, suplicó humildemente á los Sres. le permitiesen volver á usar su acostumbrado hábito, á lo que accedieron, edificados, tanto de la humildad cuanto de la po- breza del Venerable. Por el mismo estilo eran sus pañuelos, sus paños menores, y cuanto le servía; rarísima vez pudo conseguirse de él que lo recibiera nuevo, y si lo admitía procuraba,trocarlo con él algún Donadito ó hermano Lego. En una ocasión, observando uno de sus compañeros en las Misiones que el pañuelo que llevaba era ciertamente despreciable, con cautela se lo recogió, y le puso otro 12
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