BFCMEP00090-C-IGUp01d00000000

po GS Todos los que así obran deben aplicarse lo que decía S. Pedro de los apóstoles de la falsa libertad. Decíales el Príncipe del Colegio Apostólico: Vuestra libertad no es la libertad verdadera, pero voso- tros usurpáis su nombre, y os servís de él como de un velo para ocultar vuestra malicia. Lo mismo puede y debe decirse á los que obedecen á los hombres primero que á Dios: Vuestra obediencia no es la obediencia verdadera, pero vosotros usurpais su nombre, y 08 servís de él para ocultar vuestra cobardía, ó vuestra hipocresía. En efecto, la falsa obediencia y la falsa libertad, en el fondo son una misma cosa. La libertad verdadera consiste en la obediencia á Dios, y en la obediencia á Dios consiste la verdadera libertad. Obedecer á los hombres con perjuicio de lo que se debe á Dios, es servir á los hombres y rebelarse contra el Señor. Nó, no era esta la obediencia del beato Diego, no participaba él de tan profundos errores. Sí le gustaba obedecer á toda humana criatura por amor de aquel Dios, que siendo el Señor de todo, se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, era siempre sin perjuicio de la obediencia que se debe á Dios, y á imitación de los Apóstoles, repetía: Es preciso obedecer á Dios antes que á los hom- bres” Para que se vea mejor hasta donde llegaba el espíritu de obe- diencia de nuestro Beato, es necesario fijarse en los últimos instan- tes de su vida. Hallábase en Ronda por disposición de los supe- riores, y en aquel entonces no tenía más compañero que un her- mano lego relativamente joven todavía, pues llevaba pocos años de profeso. Ninguno de los Superiores locales de los conventos inmediatos le pudo asistir en la hora de su muerte. Fiel el santo religioso á su espíritu de obediencia llamó al her- mano lego, y le suplicó encarecidamente que en nombre de su Prelado le diese la bendición y permiso para morir. Bien puede comprenderse la turbación y Sorpresa que estas súplicas causarían al religioso lego. El ilustre enfermo advirtió fácilmente las perple- gidades que afligían á su compañero. Animolo, pues, con el ma- ía hacer y decir. Vencidas 's, movido por un impulso superior, se arrodi- lló, bendijo al P. Diego en nombre de ] concedió al moribundo el permiso de santa obediencia. Obtenida esta be yor interés, y le instruyó en lo que deb todas las indecisione a beatísima Trinidad, y morirse con el mérito de la ndición y licencia el insigne PEREA INDIE TAE e

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz