BFCMEP00090-C-IGUp01d00000000

ZA ciertos casos de urgente necesidad que á veces se presentan de im- proviso, sino también para probar su ciencia, su literatura y tam- bién su virtud. En todas circunstancias se le encontraba bien dis- puesto á obedecer, y la gracia suplía la falta de preparación. Has- ta un hermano Donado, que frecuentemente le acompañaba en sus apostólicos viages, tentaba muchas veces su virtud mandán- dole predicar de repente, é indicándole las materias sobre qué de- bían versar sus sermones, y también obedecía al Donado por amor de Dios como si fuese su verdadero superior, En la segunda misión que predicó en la Corte, uno de los Mi- nistros de S.M. C., temiendo ó dudando de la prudencia y pulso con que predicaría, puso al beato Diego una minuta de las mate- rias que debía tratar en sus discursos. A primera vista parece que eso no tiene nada de particular; pero cuando se considera el esta- do en que se encontraba la Corte del infortunado Carlos IV, y que el acto del Ministro era una especie de intrusión en el minis- terio sacerdotal, y que trastornaba completamente todo el plan que el beato Diego tenía formado, no puede menos de reconocerse que la virtud del inmortal Misionero fué puesta á una prueba muy du- ra. Comunicó este incidente 4 dos de sus más íntimos confidentes, éstos lo manifestaron á Otros, y por fin llegó á conocimiento de al- gunos. No faltó quien criticara al beato Diego por haberse someti- do á semejante imposición, y á esas críticas contestó el ilustre Pa- dre Fr. Diego José de Cádiz de esta manera: ”Bien sé de qué manera se han de entender estas palabras de la santa Escritura.” La divina palabra es libre: verbum Dei non est alligatum; y que en conciencia no estaba obligado á obedecer; pero la experiencia que tengo de que en míla obediencia hace milagros, me mantuvo al leer el mandato, con serenidad, y obligo á ejecu- tarlo con alegría, y en gloria de Dios debo confesar á Y, P. que á pesar de hallarme sin tiempo para leer, ni estudiar de un sermón á otro, me parece que salían mejor formados que los que predico con la premeditación y estudio que mis tareas me permiten; tam- bién es cierto que casi siempre, al subir al púlpito, se me repre- sentaban las expresiones de Ntro. Sto. 28; Francisco, éramos idiotas y sujetos á todos.” : En una ocasión que el Donado que le acompañaba, le prescri- bió como solía lo que debía predicar, el beato Diego creyó que en

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz