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fs En los primeros años de sus misiones, en una ocasión en que iba de Ubrique á Jerez de la Frontera, meditaba con mucho re- cogimiento estas palabras de la santa Escritura: ”Cumplid religio- samente vuestros votos“. Ocupado en tan santos pensamientos se ofrecieron á su vista tres personas de gracioso aspecto y noble por- te pero vestidas de una manera muy pobre, desaseada y andrajo- sa, y cargadas de una gruesa piedra. El ilustre religioso les cedió el paso, y la que iba delante, al pasar, le saludó diciendo: ”7d con Dios, hermano, y procura librarnos de este peso, y vestirnos mejor”. Estas palabras llamaron vivamente su atención, y un instante des- pués se pasó para ver aquellas personas y hacerles una obra de caridad. Grande fué su sorpresa cuando no vió á nadie por más diligencias que hizo para verlas. Preguntó por ellas á sus compa- ñeros que iban un poco más atrás, y tampoco pudieron darle ra- zón de ellas porque no habían visto á nadie. Nuestro Beato no pudiendo dudar que había visto pasar junto á sí á tres personas cuyo gracioso aspecto y aire distinguido contras- taban con el peso que llevaban y lo mal vestidas que iban, y al pasar le habían pedido su auxilio, creyó que era una visión celes- tial, y un aviso que el Señor le daba para que sostuviera con tesón la observancia regular que en algunas cosas principiaba á entrar en un período de decadencia. ”Entendió—dice el P. Luís Antonio de Sevilla, compañero y amigo del beato Diego, y uno de sus pri- meros historiadores, —entendió que las tres personas jóvenes tan bien parecidas y de porte tan distinguido, representaban los tres VOTOS de obediencia, pobreza y castidad, y que la carga que lleya- ban, y el vestido pobre y andrajoso que las cubría significaban los abusos, relajaciones é inobservancias que en ellos, por astucia del común enemigo, se habían introducido, y las persecuciones que las Religiones padecían en casi toda Europa, cuya total ruina amena- zaba en una gran parte de ella; y que entre los encargos que el Señor pondría á su cuidado, sería uno muy principal, que con sus palabras y mucho más con el ejemplo, procurase volver á los san- tos y solemnes votos toda la hermosura, adorno y esplendor que les corresponde por naturaleza. Con esta luz que á un mismo tiem- po alentaba y confundía su espiritu, dióle el Señor la correspon- diente gracia que no estuvo jamás en él ociosa.” Esto es lo que la tradición nos ha trasmitido, y sea cual fuere 11

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