BFCMEP00090-C-IGUp01d00000000

a TN 14 viría alegre, enfermo y abrumado de trabajos hasta el fin de los siglos sin otro estipendio que el bien espiritual de sus hermanos? Lo admirable sería que no estuviera animado de estos sentimien- tos. La caridad es una é indivisible, y el amor del prójimo no es | más que una extensión del amor con que se ama á Dios: el amor de Dios y el del prójimo no son dos amores, sino un solo amor, una sola caridad. Dios y el prójimo son dos objetos de esta sola y única caridad, pero objetos de tal manera inseparables que el uno está en el otro. En efecto, Jesucristo dijo á sus Apóstoles: Vosotros sols mis amigos: jam non dicam vos servos: vobis autem dixi ami- cos. Y qué es el amigo para el amigo sino la mitad de su alma: Dimidium anime? Jesucristo les dijo también: Así como yo estoy en mi Padre, vosotros estais en mí, y yo en vosotros. Y si bien los pecadores, mientras viven en pecado mortal están separados de Jesucristo según el estado presente de su culpa, sin embargo están en Jesucristo y Jesucristo en ellos por el amor con que to- davía los ama y desea su salvación. El mundo no amaba á Dios, y no obstante Dios amaba tanto al mundo que le dió á su Hijo unigénito, y Jesucristo no murió solamente por los justos, sino también por los pecadores é impíos como hacen notar las Santas Escrituras. Bien penetrado de estas grandes verdades y misterios del amor divino, por la frecuente y profunda meditación con que los consideraba, no temía, y con razón, ofender á Dios, resignándose á carecer de su yisión hasta el día del juicio universal, con tal que todos sus prójimos se salvaran, y á vivir enfermo y abrumado de trabajos hasta la consumación de los siglos sin otro estipendio que el bien espiritual de sus hermanos. Estos sentimientos, lejos de ser contrarios á la caridad son efectos extraordinarios y sublimes de un amor inmenso á Dios, y el mismo deseo de verlo, el anhelo de gozar de una felicidad tan grande le inspiraba la resignación de vivir temporalmente privado de la visión de Dios, con tal que todos los hombres llegaran á los esplendores de la eterna biena- venturanza. ¿Y esos deseos tan sublimes, que precisamente por ser tan he- rólcos parecen exagerados é hiperbólicos, eran realmente sinceros? Indudablemente que sí, como lo prueban los hechos siguientes: 8 En el Proceso Apostólico continuativo Hispalense se refiere que

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz