BFCMEP00090-C-IGUp01d00000000
eS Es ¿De donde provenían esos cambios tan radicales y profundos? De la gracia de Dios como de su causa principal, y de la apostólica palabra del beato Diego. No trataba él de halagar el gusto depra- vado del auditorio, sino de remediar las necesidades de las almas, y siguiendo la norma que N. P. S. Francisco traza en su Regla á los predicadores de su Orden, predicaba para exterminar los vicios y hacer florecer las virtudes cristianas, y los inducía á la reforma de su vida proponiéndoles la recompensa de la gloria eterna del cielo, y la eternidad de las penas del infierno, expresión suprema aquélla de la bondad y misericordia de Dios, y ésta suprema ex- presión de la justicia divina. La reforma cristiana de los pueblos no se logra sino con este género de predicación: la generalidad de los pecadores no se convierten sino movidos por la misericordia y la justicia, y no puede ser de otra manera, porque el hombre no se mueve sino movido por los resortes que ponen en juego el placer y el dolor presente ó futuro, deseado ó temido. Y si hoy día no se ven esas grandes y consoladoras transformaciones, es (aparte otros se- cretos de Dios) porque las grandes verdades de la religión, sobre todo las más propias para conmover los corazones, no se predican como fuera de desear, ni hay quien pueda hacerlo con aquel fer- vor y santa unción necesarias para transformar los pueblos, y esto debe considerarse como una de las mayores calamidades que la Providencia permite en nuestros tiempos en que la revolución im- pía ha tenido en toda la Europa latina los grandes oradores que han seducido y extraviado los pueblos de la manera más triste y deplorable. Nuestro Beato no solo combatía la presunción que confía sal- varse sin el auxilio de la gracia, y la temeridad que espera un milagro de la misericordia divina que le conceda una santa muer- te sin haberse tomado nunca la pena de prepararse para bien morir, sino también la desesperación que teme de tal manera la Justicia divina . que no espera nada de su misericordia, Ese temor, que ciertamente no es aquel temor que detesta el mal, y es el principio de la sabiduría cristiana y del amor de Dios, y al que están vinculadas las dulces y postreras bendiciones de la sabia en un temor insensato que inclina al mal, é inspira odio á Dios y Bondad divina, sino más 1 á todo cuanto se refiere á su culto, tenía un poderoso adversario en el beato Diego.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz