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00 dar 4 Dios sin la esperanza como sin la fé, y quizá los enemigos de.la fé no son ni tan numerosos, ni tan peligrosos como los de la esperanza. En efecto, la esperanza tiene contra sí la desespera- ción formal, la presunción y la temeridad. No tiene la virtud de la esperanza que emana y se funda en la fé, y es un don de Dios, el hombre imprudente y temerario que confía de tal manera en la todapoderosa misericordia de Dios, que descuida casi completa- mente el capital negocio de su eterna salvación. El mismo Dios que nos manda tener una confianza ilimitada en su bondad, po- der y misericordia, nos manda también que oremos constantemen- te y que vigilemos con la mayor solicitud. Elmismo Dios que nos manda creer firmemente en la verdad de sus promesas, nos ad- vierte igualmente que su día vendrá de sorpresa como el ataque del ladrón, que vendrá de repente como el rayo, y que ha dis- puesto las cosas de tal manera que el último día de nuestra vida, el lugar y modo de nuestra muerte, y las disposiciones de nuestro corazón en aquel momento supremo y decisivo son otros tantos misterios impenetrables, y de ellos sin embargo, depende casi ab- solutamente nuestra suerte en la eternidad. El que se fija de tal manera en las promesas de Dios que pierde de vista sus mandatos sobre la oración y la vigilancia, y las amenazas de una sorpresa semejante á la del ladrón y á la del rayo, no es una alma que es- pera en la misericordia de Dios por un impulso del Espíritu Santo, sino una alma temeraria é imprudente que tienta á Dios, y deses un milagro de gracia y de misericordia que Dios puede hacer y hace alguna vez por razones impenetrables á nuestra inteligencia, pero que no suele hacer porque sería facilitar todos los crímenes y fomentar todos los vicios. Para esperar cristianamente es preciso esperar de tal modo que nos quede algún temor de los impenetrables juicios de Dios, y alguna aprensión en orden á los pecados aun ya perdonados. De propitiato peccato noli esse sine metu: cum timore et tremore vestram salutem operamini: satagite ut per bona opera certam vestram vocationem et electionem faciatis, nos dice la Santa Es- critura. No faltan ménos contra la esperanza cristiana aquellos que to- do se lo prometen de sí mismos, como si la gloria del cielo fuera un bien perteneciente al orden natural ó como si el concurso de la AE:
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