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E “Aquí está la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra.” María consiente en ser la madre del Verbo encarnado, y la en- carnación del Hijo de Dios se realiza inmediatamente, nuestro di- vino Salvador nace en el casto seno de María, nuestro adorable Redentor entra en el mundo: el tratado de paz y alianza está con- cluído, va á principiar un nuevo orden de cosas, las puertas del cielo se abren de par en par ante el hombre, y después de Dios á María se debe este cambio tan profundo y admirable. A ella pues, le corresponde de derecho el glorioso título de Reina de la paz; Regina pacis. Hé aquí por qué nuestro beato Diego amaba y veneraba tanto á María bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Paz. Su pro- funda fé adoraba la série de misterios enlazados con el consenti- miento que dió la Santísima Virgen María á la encarnación del Hijo de Dios, á la venida al mundo del Verbo divino hecho hom- bre pasible y mortal, á nuestra redención y salvación. Su consen- timiento fué la primera cláusula, por decirlo así, del tratado de paz y eterna alianza entre Dios y el hombre, fué el primer fun- damento de la reconciliación de los cielos y de la tierra, de su perpétua é inmortal amistad: ya no hay fronteras, ya no hay di- visiones: Dios ya no es un extranjero en este mundo, el hombre ya no es un extranjero en la ciudad santa. María ha hecho las pa- ces, y cuando la saludamos con el glorioso título de Reina de la Paz reconocemos su poderosa y bienhechora influencia en la con: clusión de ese tratado de paz y alianza que ha unido para siem- pre jamás los cielos y la tierra con un vínculo indisoluble, porque la encarnación del Hijo de Dios, efectuada prévio el libre con- sentimiento de la Santísima Virgen según el orden establecido por la Divina Providencia, subsistirá durante toda la eternidad de los siglos interminables. Excusado es decir que el beato Diego llevaba siempre consi- go la imagen de la Santísima Virgen, especialmente la de la Di- vina Pastora y la de Ntra. Sra. de la Paz que todavía se conser- van, y que de hoy en adelante serán para siempre reliquias de gran precio. Huelga igualmente hacer constar que procuraba yisi- tar con suma devoción los santuarios más notables dedicados á la Santísima Virgen en las regiones donde se encoritraba. El sun- tuoso templo del Pilar de Zaragoza que tantas glorias religiosas
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