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donde Dios y el hombre hicieron las paces, y se ligaron con los vínculos de una alianza indisoluble é inmortal. Y para que este tratado de paz y de alianza tuviera un sólido fundamento y to- das las garantías imaginables, Dios se obligó á padecer y morir para salvar al hombre, hacer mil pedazos el decreto que nos des- terraba para siempre del reino de los cielos, y escribir con su sangre y con sus propias manos un nuevo Testamento, un Testa- mento de amor y de misericordia, un Testamento por el que Dios nos adopta por hijos suyos, é instituye herederos de su gloria, de su grandeza, de su felicidad soberana. Pero como el testamento no es irrevocable mientras vive el testador, Dios se obligó á morir para que su testamento ya no pudiera ser revocado: testamentum in mortuis confirmatum est: alioquin nondum valet dum adhuc vivit quí testatus est: ubi enim testamentum est, mors necesse est in- tercedat testatoris. Jesucristo es el mediador de este testamento, para que mediante su muerte con el fin de redimir las prevarica- ciones del género humano, recibamos la herencia eterna que se nos ha prometido. Y queriendo Dios asegurar á los herederos de su gloria que su designio y promesas son inmutables é irrevoca- bles, añadió á todo lo dicho el juramento á fin de que nuestras esperanzas y nuestra confianza descansen sobre la infalible pro- mesa de Dios, y su juramento más infalible todavía, por decirlo así, y no fluctuemos agitados por las poderosas y amargas olas de la incertidumbre en orden á nuestro porvenir eterno. Pero todos estos grandes misterios de misericordia y de amor fueron iniciados por el libre consentimiento de la Santísima Vir- gen á la encarnación del Verbo divino en su casto y virginal seno: hé aquí cómo se explicó el enviado de Dios: “No temas, María, tá has encontrado gracia ante el Señor: tá serás madre de un hijo á quien llamarás Jesús. Este será grande é Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David su padre, y reinará eternamente en la casa de Jacob: y su reino no tendrá fin.” ¿Cómo se realizará este grande acontecimiento, pre- guntó la Santísima Virgen al ángel Gabriel? Y el mensagero ce- lestial prosiguió en estos términos: “El Espíritu Santo descenderá sobre tí, y el poder del Altísimo te protegerá bajo su sombra, por eso lo que nacerá de tí será Santo y se llamará Hijo de Dios” A estas explicaciones contestó la bienaventurada Virgen María: 8

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