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Ein pi ta misma razón quiere que sus ministros, desde el Sumo Pontífice hasta el último de los sacerdotes, se llamen pastores de los fieles, y tengan todos los sentimientos de humildad y benignidad, manse- dumbre y paciencia, vigilancia y misericordia, abnegación y sacri- ficio y demás virtudes de que debe estar animado el buen pastor, y distinguirse radicalmente de los falsos pastores, de los pastores mercenarios, de los pastores trasformados en lobos. ¿Quién, pues, podrá negar á la Sma. Virgen María el hermo- so y simpático título de Pastora Divina de las almas? ¿No es ella la excelsa y dignísima Madre de Jesucristo, del Verbo Divino he- cho Hombre, de nuestro adorable y amable Redentor? ¿No ha di- cho él de sí mismo: Yo soy el buen Pastor: el buen pastor da la vida para salvar á sus ovejas: mis ovejas oyen mi voz y la escu- chan: yo iré delante de ellas: yo les daré la vida terna: yo daré mi vida para salvarlas? ¿Y no se interesa la Sma. Virgen por nuestra salvación? ¿No está ella animada de los nobles y caritati- vos sentimientos del buen Pastor? ¿No se considera como la Pas- tora de nuestras almas? ¿No nos tiene por ovejas suyas? He aquí por qué motivo nuestro beato Diego tenía tan grande y tierna devoción á la Sma, Virgen bajo el título de Divina Pas- tora, propagaba su culto con tanto celo, y se complacía en verla y presentarla á los pueblos con el trage de pastora, sentada al pie de un árbol de monte, y rodeada de ovejas prodigándolas mil cari- cias. Pensaba él, y con razón, que no puede representarse de una manera que nos haga comprender mejor sus grandes virtudes de paciencia, humildad y mansedumbre, y su maternal vigilancia y so- licitud por nuestra prosperidad y eterna salvación. Compuso él mismo una novena para honrar á la Sma. Virgen bajo la advoca- ción de Divina Pastora de las almas, y la predicó durante mu- chos años. El fué también quien movió á los RR. PP. de la pro- vincia de Andalucía para que hicieran las debidas diligencias con el fin de que la Santa Sede aprobase y autorizase el título de Divina Pastora dado á la Sma. Virgen, y sancionase su culto bajo esta dul- ce y bella advocación. Así se logró en efecto, y el Sumo Pontífice concedió que en todos los Conventos de las Provincias de Reve- rendos Padres Capuchinos de España, se celebrase en la segunda Domínica después de Pascua de Resurrección, Oficio y Misa de la Sma. Virgen, bajo el título ó nombre de Madre del Buen Pastor.

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