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mos y qUe por la justicia. Conocían á nuestro beato Die por la gloriosa e lebridad de que gozaba, y una mañana quisieron ver al ilustre yarón de quien tantas maravillas habían oido Poner. Asistieron al santo sacrificio de la Misa, y salieron tan compungidos y arre- pentidos de sus extravíos, que se confesaron con gran fervor y de- voción, y: De retiraron ambos para edificar á todos con una vida penitente y mortificada hasta su cristiana muerte: uno de ellos se fué á S. Pablo de la Breña, y otro á Córdoba entre los Herma- dos llamados de Jesús, donde vivieron reparando con sus virtudes los escándalos que habían causado con su vida criminal. ¡Tan cierto es que Dios quiere que todos conozcan la verdad y se salven! tan cierto es que aun para los más grandes pecadores hay en el cielo un momento de misericordia, y que mientras el hombre vive sobre la tierra hay para él días de perdón y de salud! tan cierto es que los santos son los depositarios de los tesoros de la misericordia del Señor, y que la comunican con su palabra, con sus ejemplos, con sus oraciones, con sólo su presencia! El delicioso perfume que de ellos se desprende embalsama el mundo, comuni- ca el germen de la gracia, renueva el corazón y hace brotar de él las más nobles y grandes virtudes cristianas, fuentes de agua viva que saltan hasta la vida eterna. Un canónigo á cuya intención nuestro beato Diego aplicó el santo sacrificio de la Misa, se explicó en estos términos sobre las gracias espirituales que consiguió: ”¡Qué Misa tan fructuosa! No parecía sino que el V. Padre con espíritu profético penetraba el estado interior de mi espiritu... desde aquel día se halló libre mi alma de una pesada molestia que Ja afligía sobremanera, y sin embago de haber sido prolonga- da, y resistirse á todos los medios de que me había valido hasta entonces, sólo la Misa del Y. Padre Diego José de Cádiz, sin otro sufragio conocido, fué bastante para disiparla en términos de que jamás me ha vuelto á combatir.** Es un dogma de fe que el santo sacrificio de la Misa y que todos los Sacramentos causan la gracia ex opere operato de tal suerte que su eficacia no depende de la santidad del ministro, sino de la voluntad de Dios y de las intenciones de nuestro Señor Je- sucristo, que es el principal ministro de todos los Sacramentos, el Sumo Sacerdote, el Pontífice eterno y Supremo, santo, inocente,
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