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a miento humano no puede comprender. Sus apostólicos trabajos tampoco han sido vanos: el culto del Santísimo Sacramento es muy popular en España, y constituye una de las grandes devocio- nes de la raza española así en Europa como en América. Ya recordarán nuestros lectores que cuando Sau Ildefonso se apareció al beato Diego le dijo, entre otras cosas, que por su mi- nisterio la fé triunfaría de la falsa ciencia de muchos. ¿Quién po- drá contar la série de triunfos que la fé católica consiguió contra la falsa ciencia de los pretendidos filósofos del siglo XV 1TIP El tesón, la energía, la elocuencia y sabiduría con que nuestro beato Diego explicó y defendió los dos más altos misterios de nuestra religión no proporcionaron á la fé las más brillantes victo- rias sobre el error? ¿Puede haber nada más humillante para la incredulidad que la grande devoción del pueblo cristiano hácia el misterio de la Santísima Trinidad y el de Jesús Sacramentado que con tanto éxito propagó nuestro beato Diego? No, por cierto, porque son los dos misterios más sublimes y profundos que pueden proponerse al espíritu, y ellos son los que más confunden y abaten la falsa ciencia del racionalismo. Para ella la razón humana es la luz primordial, ó á lo menos la única que el hombre debe seguir. Los altos misterios de la Santísima Trinidad y del Santísimo Sacramento no pueden entrar en los mezquinos moldes del sistema racionalista; pero el carácter mismo de la razón humana, su naturaleza y sus atributos prueban que lejos de ser la luz primitiva, y la única que puede guiar al hom- bre con seguridad, no es sino una luz derivada de un principio más alto, de una inteligencia, de una verdad verdad: ramente eter- na, inmutable, necesaria, que ilumina á todo hombre que viene á este mundo. La razón humana no puede comprender la naturale- za intrínseca de la razón primordial que difunde sus luces á toda inteligencia, y contiene las leyes fundamentales, y la fuerza sufi- ciente que ha producido todo lo criado, y no puede protestar me- Jor contra las locuras del racionalismo que postrándose humilde- mente ante los profundos arcanos de la Santísima Trinidad y del Santísimo Sacramento para adorarlos y bendecirlos de todo cora- zón. Y el grande apostol que ha logrado hacer popular la devo- ción á tan sublimes y luminosos misterios ¿no tiene derecho á ser considerado como el gran debelador del racionalismo? 6

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