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— 18 — ¡ ] 1 iudad im a da España fué evangelizada, pues apenas hay una c impor tante que no haya tenido la dicha de oir la divina palabra de b . wal 1 ] 7 añ £lao la de nuestro beato Diego. Cádiz, Córdoba, Granada, Málaga, Se- villa, Ovit do, Salamanca, Alcalá de Henares, Oviedo, Composte- la, Cervera, Valencia y otras muchísimas poblaciones como Jaén, Andújar, Antequera, Osuna y demás ciudades de más ó menos importancia, oyeron rep tidas veces los acentos de su ap: stólica palabra. Los concursos eran inmensos, mm todas ] 1S clase Ss sociales se apresuraban con igual entusiasmo a escucharla con la más pla- dosa y devota atención. El clero secular y el regular, los ricos y los pobres, los sabios, letrados é ignorantes rivalizaban en celo pa- ra honrar y admirar al gran misionero, al nuevo S. Pablo, como se decía vulgarmente. No se limitaba á predicar la moral, pri dicaba igualme nte el dogma, y así en los sermones morales como en los dogmáticos es- taba siempre á la altura de su gloriosa é incomparable reputación de grande orador, consumado teólogo y varon de eminentes virtu- des. La reforma de las costumbres, el renacimiento de la piedad cristiana seguían siempre á sus sermones: ningún desórden público resistía á su apostólica palabra. Las ciudades que encontraba divididas por las discordias y bandos opuestos é irreconciliables las dejaba compl tamente paci- ficadas. Varias fueron las poblaciones en que por formales acuer- dos de sus Ayuntamientos se suprimieron las comedias á conse- cuencia de los sermones del beato Diego: cuéntanse entre ellas las ciudades de Granada, Sevilla, Córdoba, Málaga, Ecija, Ronda, Jaén, Martos, Murcia, Carmona, Cartagena, Jerez, Lorca, Ali- cante y Alcalá la Real: en algunas de estas ciudades demolieron husta los mismos teatros: en Antequera el auditorio le interrum- pió protestando aborrecerlas y quitarlas totalmente. Para formarse una idea del gentío inmenso que asistia á las mi- siones del beato Diego José de Cádiz, bastará citar algún ejemplo. Cuando llegó á la ciudad de Murcia, fué tan grande la conmo- ción que causó en toda la comarca, que puede compararse á la en- trada triunfal de Jesucristo en Jerusalén. Predicó allí 27 sermones en la plaza pública, porque no era posible hacerlo en la iglesia. Mu- chos centenares de personas hacían 15 y 20 leguas para asistir á la misión. La gente del campo y pueblos que distaban de la capital

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