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a arcanos de su sabiduría y de su misericordia: el periodo de forma- ción ya está terminado, ha sonado ya la hora de enviarlo á toda España para conmoverla con los acentos de su incomparable elo- cuencia, destruir los errores y los vicios, sembrar la semilla evan- gélica, atraer los pueblos al camino de la salvación. y renovar las proezas de los Granadas, Avilas, Lanuzas y Carabantes: no le falta más que la investidura, por decirlo así, porque su reputación ya está hecha y sólidamente establecida: toda España sabe que tiene en su seno un nuevo y grande apóstol y todas sus ciudades desean conocerlo y oirlo. Esta investidura no le faltó. En Ubrique se le había apareci- do $. Tldefonso prometiéndole de parte de Dios que sus ruegos habían sido oídos, que conseguiría todo lo que había pedido para cumplir la misión á que estaba destinado, que no le faltaría cien- cia, y tendría la inteligencia de las Santas Escrituras, y que por su ministerio la verdad triunfaría de la falsa ciencia de muchos. Pero en Ronda tuvo otra revelación más esplícita y concreta: ce- damos la palabra al mismo beato Diego, oigamos cómo se explica sobre este punto. ”No debemos resistir á la voluntad de Dios, y pues quiere que V. sepa lo bueno que es, y el exceso de su bondad sobre la más ingrata de sus criaturas, voy á comunicarle lo que me pasó. Movido por un pasage de la Santa Escritura que estaba meditando me arrodillé, y este divino Señor (señalando el Crucifijo) me habló con voz clara y perceptible á los sentidos, y después de mucha instrucción y doctrina me dijo: Eres destinado, y por mi voluntad estás agregado al número de mis sagrados Apóstol s, este es tu minis. terio, serás uno de ellos, y quedarás habilitado como ellos para el Apostolado.” ”Pasados algunos días tuve aquí una muy grande visita de los santos apóstoles S. Pedro y $. Pablo; me dieron un abrazo como á hermano, y el primero me dió un báculo, y el segundo un libro, y me ofrecieron su permanente asistencia.” Los Superiores de la Orden le autorizaron para que siguiera libremente la carrera del apostolado, y desde entonces dió princi- pio á las grandes misiones que tan gratos y profundos recuerdos han dejado en toda España. No es posible hablar de todas y cada una de sus misiones: to- 3
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