BFCMEP00090-C-IGUp01d00000000

E le La misión que dió en Ceuta no fué menos brillante que la Cuaresma que predicó en Estepona. Todo el mundo sabe lo que es la plaza española de Ceuta: la guarnición militar, y los presi- dios constituyen una parte considerable de la población. El Cabildo Catedral, la Sede Episcopal, la residencia de las autoridades supe- riores, militares y otras circunstancias hacen de aquella plaza una ciudad importante bajo muchos conceptos. La profunda trasformación religiosa que la divina gracia ope- ró en aquellos habitantes por el ministerio del beato Diego fué tan grande y completa que dejó en Ceuta los más vivos y gratos recuerdos. Los presidiarios, los militares, los públicos pecadores de toda clase abandonaron el camino de la perdición: la blasfemia, el lenguaje obsceno y demás vicios desaparecieron por mucho tiem- po: aun los mahometanos fueron profundamente impresionados, y concibieron una ventajosísima idea de la religión católica: un maho- metano se presentó á nuestro Beato pidiendo el santo bautismo, y se le confirió en efecto después de haberlo instruído conveniente- mente en la religión cristiana. Este ejemple no fué muy imitado porque las leyes civiles del imperio marroquí castigaban entonces con la pena capital á los sectarios de Mahoma que abrazaban la religión de Jesucristo única verdadera, pero durante largo tiempo los mismos mahometanos dieron pruebas inequívocas de respeto y veneración á la fé católica porel gran concepto que tenían del beato Diego. La misión que dió después en Málaga, la Cuaresma que pre- dicó en el mismo Ubrique, la novena de la Divina Pastora en Ronda, y otras predicaciones dejaron sólidamente asentada la gloriosa celebridad de nuestro Beato: en toda Andalucía era re- putado por un santo y sabio misionero, adornado además de todas las dotes que hacen de un predicador un orador de primer orden. CAPITULO V. Misiones del beato Diego. La Divina Providencia ya había preparado á nuestro Beato para la grande obra á que lo había destinado en los profundos