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Diego, no solo en el camino de su santificación, sino también en el de la vida apostólica, le preparó una admirable oportunidad para que sus relevantes dotes de sabio, santo y orador sagrado brillaran con toda magnificencia. La villa de Estepona se hallaba en el más deplorable estado en que puede encontrarse un pueblo. Llevaba ya quince años de pro- fundas discordias, divisiones que desgraciadamente procedían del desacuerdo que reinaba entre el Sr. Cura y el Beneficiado. El lus- trísimo Señor Obispo de Málaga había ido en persona para resta- blecer la paz, y á pesar de todos sus trabajos, nada había podido con- seguir. La piedad se resentía muchísimo de tan funestas y prolongadas desavenencias, la frecuencia de sacramentos estaba casi abandona- da, y todos los desórdenes habían tomado carta de naturaleza en aquella infortunada villa. Nuestro beato Diego fué destinado para predicar la cuaresma en la perturbada Estepona, y la Divina Providencia se sirvió de su ministerio para restablecer la paz entre sus moradores y restaurar la piedad y la disciplina cristianas en aquella población. Terminado el sermón del segundo día, el hermano del Benefi- ciado $e postró á los pies del Sr. Cura, y se inició la reconciliación entre los dos bandos, y antes de concluir la cuaresma, Estepona go- zaba de los beneficios de la paz. Con la tranquilidad y concordia de los habitantes, la piedad cristiana se desarrolló de una manera sor- prendente: las costumbres se reformaron; los sacramentos fueron frecuentados aun por los más inveterados y públicos pecadores; fun- dáronse varias obras pías de común utilidad; se estableció una con- gregación de la Divina Pastora; y Se prosiguió la construcción de una iglesia en la que nuestro beato Diego trabajó varias veces para edificar al pueblo, y estimular más eficazmente sus moradores á que prestaran su concurso en tan santa obra. Tal fué la transfor- mación cristiana de la villa de Estepona por la fuerza de la gracia divina y el ministerio de nuestro Beato. Esta maravilla le dió una grande y gloriosa celebridad: consi- derábase feliz el que lograba oir la divina palabra de boca de tan esclarecido y santo religioso. Muchos pueblos de la Serranía de Ronda lo solicitaron, y los Sres. Obispos de Ceuta y Málaga lo llamaron á su respectiva capital.
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