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— 13 — cumplir convenientemente con los grandes deberes que le impone su elevado cargo, distribuyó el tiempo de forma que pudiera culti- var á un mismo tiempo la virtud y la ciencia. Madrugaba mucho para dedicarse á la oración y devociones particulares, tomó por su cuenta los ministerios más humildes que suelen confiarse á los reli- giosos jóvenes, dormía en el suelo ó sobre tablas desnudas, hacía la disciplina todos los días, se ponía tres cilicios todos los días, redujo á la mitad su ración diaria, excusó todo trato con los seglares y re- ligiosos, excepto para los casos de necesidad. Esas austeridades no son ciertamente la esencia de la perfección religiosa; pero están re- comendadas por Jesucristo y los santos todos sin excepción, proce- den de la santidad del corazón, (¿qué santo hay que no haya sido mortificado y penitente?) y conducen á la verdadera y sólida yir- tud. Nadie se propone jamás santificarse de veras sin tomar la re- solución de mortificar su cuerpo, sus sentidos exteriores, y ejercer las prácticas de la penitencia. Nuestro beato Diego no perdió de vista los progresos en la cien- cia. Todos los días consagraba ocho horas al estudio: filosofía, teolo. gía moral, ascética, los santos Padres, la santa Escritura, y sus in- térpretes eran el pábulo de su espíritu. En estas fuentes bebió, en estos manantiales tomó el agua de su saludable sabiduría que tan- tas maravillas obró en España. Los domingos y fiestas clásicas predicaba por las tardes en la Plaza de Ubrique, porque la iglesia no podía contener el numeroso auditorio que se reunía en torno de su cátedra. Su apostólica pala- bra producía en los corazones tan grandes y saludables mudanzas, que se grangeó una reputación universal de santo y sabio misione- ro: ya desde entonces se vió en nuestro beato Diego la hermosa y auténtica imagen de S, Lorenzo de Brindis, San Bernardino de Se- na, S. Francisco Solano y demás santos é inmortales misioneros que han ilustrado la Orden franciscana en todos tiempos y regiones del mundo. El Señor iba formando gradualmente aquella grande alma que debía ser una columna de la Iglesia en los tiempos modernos, y una de las glorias más brillantes de España y de la Orden en nuestros días. Viviendo todavía en Ubrique, cantando el oficio de maitines de Navidad, en que tanto:se celebran las misericordias de Dios, que se hizo hombre pasible y mortal, para expiar nuestros pecados y

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