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A do y las lágrimas broten de los ojos con abundancia. Difícil es re- sistir á tan poderoso atractivo. La glosa sobre el Miserere, por ejemplo, es una obra maestra de poesía religiosa, y cuando se leen las poesías de nuestro beato Diego, no puede menos de confesarse que se reconoce en ellas la grande y hermosa alma de un sabio y de un santo. Los ilustres poetas religiosos del siglo XVI que na- die ha superado, y entre ellos Fr. Luís de León, S. Juán de la Cruz y Sta. Teresa de Jesús, no se elevaron más que nuestro bea- to Diego. Se acabó el tiempo de las yacilaciones y de las negligencias. Mientras estudiaba teología en el convento de Cádiz, renació su primitivo fervor, y desde entonces sus progresos en la santidad fueron espléndidos como los de la aurora: oigamos otra vez á nuestro Beato. "Estudiando el tratado de Dios y de sus atributos, sentí una mañana en la clase, una notable devoción interior, con grande afecto de ver aquellas cosas tan altas, en el mismo Señor con los Bienaventurados. Noté un conocimiento no vulgar de la necesi- dad de dejarlo todo para conseguir esto, y que me daba resolución para todo ello; y conociendo cuánto me detenían las puerilidades de estudiante, clamé á Dios me quitase aquellos estorbos, y ví con asombro mío, desvanecido mi temor y mi cobardía, porque me quitaron el afecto á dichas puerilidades, cesó desde entonces el querer desagradar á mi Dios, y traté seriamente de mudar de vida.” Dios se acordó de sus antiguas misericordias, llamó de nuevo á su siervo predestinado en los arcanos de la Divina Providencia para ser un vaso de elección y uno de los más ilustres varones apostólicos que ha tenido no sólo la Iglesia Hispana, sino también la Iglesia Católica, en los tiempos modernos, dentro y fuera de Europa. A este nuevo llamamiento de la gracia, correspondió el beato Diego con una fidelidad jamás desmentida y una presteza en extremo edificante. ¡Felices las almas que así se prestan á los de- signios de la bondad divina; y dichosos los que las imitan! Introducido en los arcanos de la ciencia y sabiduría de Dios, por el estudio de la sagrada teología, y ansioso de ver en el cielo las altas y profundas verdades que estudiaba sobre la tierra, re- cibió con tan nobles y santas disposiciones las Ordenes Menores, A eS E Pt
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