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a po La obediencia le puso en la carrera de las letras, y en vez de aplicarse al estudio de la filosofía según sus fuerzas, no lo hacía sino con alguna flojedad. Dedicaba bastante tiempo al estudio de la poesía castellana, en la que hizo rápidos y grandes progresos; pero al fin la obediencia no le había destinado al estudio de la poesía, sino al de la filosofía, y no aplicarse á esta facultad, según sus aptitudes y el tiempo de que podía disponer, era un defecto. Así lo reconoció el mismo beato Diego cuando movido por los 1m- pulsos de la gracia, emprendió otra vez con el fervor primitivo el camino de la santidad. Entonces recogió sus composiciones poéti- cas y las quemó en una hoguera, con tanto desprendimiento y desinterés como si fueran escritos agenos. Este rasgo de abnega- ción fué muy edificante, y produjo muy saludable efecto en los religiosos. Aprendan nuestros jóvenes estudiantes á imitar tan noble ejemplo. Consagrar á estudios agenos el tiempo que deben dedicar al estudio á que han de aplicarse por obediencia; no estudiar se- gún sus fuerzas, es una falta, falta que puede tener muy graves consecuencias, y que casi siempre es origen de inconvenientes de- plorables: el tiempo perdido no se recupera, las fuerzas mal diri- gidas y empleadas nunca producen los buenos resultados que de su buen uso podían esperarse. El beato Diego les ha enseñado co- mo han de repararse estas faltas de obediencia: imítenlo con fide- lidad y perseverancia, y cumplirán las obligaciones que tienen con respecto á la Orden cuyos destinos han de regir después, porque los estudiantes son los futuros predicadores y superiores que han de ilustrar y gobernar los conventos, y las provincias y todo el cuerpo de la Religión. Sin embargo, la bondadosa providencia de nuestro Padre ce- lestial, que promueve el bien sirviéndose aun de los mismos de- fectos del hombre y de las faltas en que incurre, aprovechó los progresos que nuestro Beato hizo en la poesía para derramar sobre las almas los tesoros de su gracia. Nadie puede calcular los frutos de penitencia que han producido las composiciones poéticas que compuso el beato Diego siendo ya un religioso maduro y bien for- mado. Son tan piadosas, tan dulces, tan penetrantes, tan sublimes, tiernas y amorosas, que no es posible leerlas, y mucho menos oir- las cantar, sin que el corazón se sienta profundamente conmovi- 2
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